바래요 (hopeful) - bangchan (stray kids) (+18)

capítulo 13: corazones bajo el sol

"Si estás de acuerdo con esto (seré tu hombre), Si estás de acuerdo con esto (ahora para mí tú eres) mi novia, esto no es sólo una amistad" (Girl x Friend – EXO)

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Apenas bajamos del avión, el calor infernal de Australia nos besó la piel. Y sonreí como un hijo de puta loco.

Por que no lo querría de otra forma.

—Bienvenida a Melbourne, Brooke—le sonreí, dándole la mano de forma educada para ayudarle a bajar los últimos escalones al asfalto de la pista de aterrizaje. La escuché reír, feliz.

—Estoy emocionada, pero mierda, hace calor—jadeó, sacudiéndose la camisa para refrescarse.

—El calor es algo común de Australia—bromeé—, pero estoy feliz de volver a casa de nuevo.

Entramos al aeropuerto, agradecidos por el aire acondicionado, y luego de buscar nuestro equipaje fuimos a tomar un taxi. Le pedí que nos llevara hasta el hotel Pullman Melbourne Albert Park, Brooke no chisteó nada. Me dejó tomar riendas de todos los planes, y eso me permitió experimentar con un itinerario que podríamos ejecutar en una semana.

Al llegar, le dije que no se preocupara mucho por desempacar más que una toalla, bloqueador solar, y que se cambiara a su traje de baño. Parecía algo nerviosa por compartir una habitación conmigo por una noche, pero para darle espacio, tenía dos camas king size.

Y entonces, nos montamos en otro taxi camino a la playa al sur de Melbourne, pero ella parecía algo nerviosa.

—¿Podemos ir a la playa en público?—susurró, sin entrar en muchos detalles para que el conductor del taxi no se diera cuenta de que era alguien relativamente famoso. Por ahora, para él, éramos una pareja de inmigrantes más.

—La playa en Princes Pier es tranquila y casi nadie la visita, más que locales—expliqué, su mano en la mía mientras íbamos de camino—. Es bastante tranquila y podemos nadar esta tarde. Tiene un muelle y un camino al lado de la playa en el que podemos caminar.

—Entonces... nada de...—no quiso hablar mucho.

—No, nada. Nadie molestará ahí y podemos ir como queramos, cuándo queramos, dónde queramos. Por eso amo venir a Australia—le sonreí.

Me sonrió tan brillantemente emocionada que juro que si pudiese vivir al lado de la playa en un suburbio remoto de Australia con ella, lo haría el resto de mi vida. La idea de ser una pareja normal en la calle la ilusionó.

Al llegar, ella misma se bajó del auto primero mientras pagaba al conductor. Se sacó los zapatos, los metió en su bolso, y corrió por el camino asfaltado hasta la playa tomándome de la mano. La gente nos miraba curiosos, pero nada más.

Me sentí tranquilo, por primera vez en meses, y supe que ella también. Aquí quizás una o dos personas me reconocerían como Bang Chan, pero usualmente, sólo era Christopher.

Y hoy sería Christopher, con su novia, Brooke.

—¡Gracias!—cantamos los dos al mismo tiempo, tomando nuestros platos de carne y pescado asado que compramos a un vendedor a orillas de la playa. Su puesto era una simple casita de madera, y el olor nos llamó desde que llegamos, pero primero quisimos nadar y caminar por la playa por horas.

Ya estaba atardeciendo, casi anocheciendo, y el cansancio nos tocaba la puerta. Pero nos sentamos en la arena, junto a nuestras cosas, a ver el atardecer y a comer.

Hablamos mucho, completamente ajenos al mundo a nuestro alrededor. Hablamos sobre mi familia, sobre cómo fue para mí vivir en Australia, sobre mis amigos de la escuela (a quienes iba a conocer esa semana), y sobre cosas banales. Como que el pescado que me dieron estaba un poco quemado, pero me lo comí a gusto. O como el perro que una familia paseaban estaba chapoteando en el agua, y era tierno. También sobre el vuelo de mañana a Sydney, y que papá nos esperaría en el aeropuerto para llevarnos a casa mientras mamá terminaba de finiquitar el almuerzo para nosotros.