Amelia Potter solo quería olvidarse de sus problemas.
Mattheo Riddle quería desaparecer.
Unas almas rotas se encontraron y desde ahí no supieron alejarse.
-Todo lo que esta en mis manos los destruyó Pelirroja.
-Entonces me encargaré de controlar es...
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Estaba dormida.. Hasta que me desperté porque cierto señorito estaba jugando con mi cabello.
—Mmm —murmuró adormilada—. ¿Qué pasa?
—Nunca te dije feliz cumpleaños...
—¿En serio? —suelto una suave risa—.
—Te lo iba a decir.. Hasta que..
—Ya.. Dejemos ese tema, ¿de acuerdo?
—De acuerdo... Pero no puedo.. Joder.. Amelia tengo miedo, tengo miedo de que cuando cierre los ojos esos malditos regresen y yo no este ahí para salvarte.
—Matt...
—Tengo miedo de volver a perderte. —susurra—.
—No lo harás.
—No puedes saberlo, nadie puede saberlo.
—Pero eso está ocurriendo? Estoy aquí. Contigo. Juntos de nuevo.
—Lo sé... Lo sé... Pero no puedo evitarlo, preciosa. Eres mi todo. Y sin ti yo no puedo vivir.
La abrace acercandolo a mi pecho y me sorprendí al escuchar ligeros sollozos de su parte.
—Maldita sea.. Amelia, ya no puedo.
—¿No puedes qué?
—Esto... No puedo seguir dejando que te lastimen por mi culpa.. Lo mismo paso hace dos años.
Sabía a que día se refería y no quería que continuará.
—Si no quieres hablar.. No lo hagas.
—Si no te digo lo que en realidad paso, voy a morir.
Acarició su cabello intentando que se calme, pero es imposible, sigue llorando.
Esta tan... Roto.
—Desde que te conocí.. Supe.. Supe que quería estar contigo, solo que no quise acercarme, hasta que te vi en la cocina preparando esa malditas y deliciosas galletas.
—Esa noche llegaste golpeado.
—Porque mi padre me había torturado. Esa noche... Él me quería involucrar contigo —explica—. Pero yo me negué. No quería lastimarte, así que no dije que no.
