Capítulo 18

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Julián Goic no era de las personas que esperaban que las cosas ocurrieran para reaccionar, era de aquellos que se adelantaban a los acontecimientos para que no le pillaran por sorpresa, pero en ese momento solo podía observar con impotencia como Rocío era besada con ardor por otro hombre.

Sabía que no tenía derecho a sentir celos, pero los sentía. Le consumían.

Ella no solo se dejaba, también participaba en toda la acción, incluso parecía llevar las riendas.

Se sintió enfermo.

El beso fue eterno a su juicio y él sabía muy bien cómo terminaban esos besos: en la cama. No era del tipo masoquista, así que lo correcto era irse de ahí rápido y dejar de una vez esa obsesión. Sin embargo, fue incapaz. Los observó con rabia, pensando en que, si fuese cualquier otra mujer, él no se torturaría de esa manera.

Pero ella era Rocío y había sido suya, así como él había sido de ella.

Los dos podían jugar a ese juego de sacarse celos como dos niñatos inmaduros, pero ninguno ganaría. Lo único que conseguirían sería sufrir, al menos él estaba siendo lastimado y ella ni siquiera sabía que él estaba ahí para ver como besaba a otro hombre.

Reconocer ese detalle le hundió aún más. Rocío estaba dejándose llevar porque deseaba hacerlo, no con la retorcida intención de fastidiarlo.

Cuando la desagradable escenita terminó, fue testigo de cómo su pusilánime rival se retiraba y dejaba a Rocío sola en el pórtico.

«Idiota».

No supo qué fue lo que lo enfadó más, si el beso mismo o que ella parecía derrotada después de la partida de ese tipo. Entró en su casa unos minutos después sin prender las luces.

Molesto, Julián se bajó del coche dispuesto a enfrentarla. De solo recordarse que, al inicio de la noche, había pensado declararle lo que ella le provocaba le hacía sentir estúpido. Pateó una piedra en el trayecto y se dio cuenta de lo tenso que estaba. Ni siquiera se detuvo a analizar qué pretendía al buscarla.

¿Pedirle explicaciones? Era irracional porque ella no era nada de él. No quería transformarse en un hombre celoso y controlador, pero ella parecía sacar lo peor de él.

Iba a finalizar esa locura.

Tocó el timbre dispuesto a terminar de una vez por todas con lo que pasaba entre ellos. Si era necesario aceptaría la renuncia de Rocío y se buscaría otra asistente. Le daría buenas referencias o, de ser posible, le conseguiría un trabajo con algún socio para no dejarla en la estancada.

Ella no tardó en abrir la puerta y cuando sus miradas se encontraron fue como si se vieran por primera vez en mucho tiempo.

Él abrió la boca para decir algo, pero Rocío se lanzó a sus brazos antes que pudiera reaccionar y lo besó.

Fue un beso urgente, nacido del deseo más primitivo expresado en una lucha y enredo de labios y lenguas, Julián la tomó del rostro para que no pudiera apartarse de su boca y la instó a moverse contra él.

Jadearon los dos cuando Julián entró en la casa y de una patada cerró la puerta. Giró a Roció para que su espalda se apoyara en la madera y la besó a placer mordisqueando sus labios para lamerlos luego.

Ella, por instinto, le rodeó la cintura con las piernas y su vestido se enroscó en su cintura, Julián la alzó para sostenerla y recorrió su cuello con los labios. La necesidad de sentirlo era apremiante.

—Ju-Julián —gimió ella— ¿Qué estamos haciendo? —preguntó moviéndose contra él.

—No digas nada —exigió, pero sonó como una súplica.

Sus hábiles dedos encontraron su centro húmedo y la tocó con especial dedicación. La torturó hasta que Rocío rogó clemencia, era tan suave y sensible. Lo volvía loco, tanto que se le dificultaba respirar y tenía que tomar aire a bocanadas, para después soltarlo con brusquedad contra el cuello de la joven que temblaba de deseo.

¿O era él quien temblaba?

—Te necesito —expuso ella cuando la fricción le resultó insoportable.

—Y me tendrás —le prometió separándose para bajarse los pantalones.

Rocío se aferraba a sus hombros y jadeaba con los ojos cerrados totalmente entregada a él y a lo que quisiera hacerle. Julián se detuvo a observarla así y pensó que esa imagen de ella era como querría recordarla por siempre.

—¿Pa-pasa algo? —se atrevió ella a preguntar ante la pasividad de quien, momentos antes, se había mostrado tan dispuesto a hacerla suya.

—No, no pasa nada —le aseguró posicionándose entre sus piernas y encajando su miembro en la entrada de su cuerpo—. Nada malo por lo menos —agregó con picardía para penetrarla de un empellón— ¿O te parece malo esto?

—No... sabes que no —articuló ella a duras penas. Lo acogió con facilidad y para Julián fue tocar el cielo con las manos.

—Bien. Muy bien —espetó sin saber qué decía en realidad. Qué más daba, estaba con la mujer que le robaba el sueño, todo lo demás carecía de importancia en comparación.

A partir de entonces, ninguno fue capaz de hablar coherentemente mientras consumaban el acto. Rocío estaba sometida totalmente a lo que Julián hacía con su cuerpo. Gemía su nombre y besaba cada porción de piel de su rostro que tenía al alcance.

Estaban empapados de sudor haciendo el amor de pie apoyados en una puerta, pero no les importaba en lo más mínimo. Era el lecho perfecto para los dos.

Con la tensión en el punto más álgido y el orgasmo construyéndose ya, Julián apretó sus caderas contra las de ellas y con las manos la obligó a moverse, mientras Rocío sujetaba el rostro de su amante para besarlo en medio del suyo.

Ese gesto tan puro en medio de un momento pasional tan frenético, lo rompió en pedazos y venció su resistencia dejando que el torrente de deseo que lo había movido hasta allí se desbordara. Cerró los ojos para disfrutar plenamente de su liberación y la besó con más fuerza penetrando su boca con su lengua como hacía su miembro en su intimidad.

Nunca podría acostumbrarse a eso. Nunca. Estaba obnubilado por la fuerza de su clímax, por el hecho haberla sentido sin barrera alguna y que ella no se quejara.

Rio con suavidad contra su hombro cuando cayó en cuenta que, poco antes, estaba loco de celos y que había estado dispuesto a dejarla partir, pero que con solo verla lo había olvidado completamente. 

Si reconoces mi vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora