Capítulo 26

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Rocío armó un bolso con algunos artículos para pasar varios días en casa de Julián, aunque ya contaba con varias prendas y casi todos sus implementos de aseo allí. Había invadido su casa y a él parecía no importarle.

Buster se acurrucó en su regazo durante el viaje y recibió mimos por montón. Su pelaje era más suave que cuando había llegado a sus vidas y comenzaba a pigmentarse de negro en algunas zonas adoptando la distribución de colores definitiva que tendría.

Sus piernas ya no eran cortas y regordetas, de a poco comenzaba a estilizarse y sus orejas estaban más largas y puntiagudas.

—No deberías llevarlo así, le compré todo lo que necesita para viajar solo en auto —se quejó Julián—. El sinvergüenza se aprovecha de su encanto para que lo malcríes.

—Déjame cargarlo, en unos meses ya no podré hacerlo sin que me duela la espalda.

—El veterinario dijo que podría llegar a pesar treinta kilos —se rio él— ¿Qué vamos a hacer cuando queramos salir con él y nos termine llevando a tirones por la calle?

A pesar de su buen humor, era obvio que Julián estaba pasando por un mal momento, sus ojos lucían apagados. Quería que le confesara lo que le pasaba, pero esperaría a llegar a su casa para que fuese él quien iniciara la conversación cuando se sintiera preparado para hacerlo.

—Haber adoptado a un caniche entonces —continuó ella acariciando al cachorro.

Él resopló y se encogió de hombros.

El resto del trayecto lo hicieron hablando de temas sin importancia, pero una vez en casa, Julián se dejó caer pesadamente en el sofá como si las tensiones del día pesaran en su espalda.

Rocío se sentó a su lado y le acarició el cabello. Con un sonoro suspiro, él se giró hacia ella.

—Hoy discutí con mi mamá —confesó. Ella asintió, comprensiva.

—¿Qué pasó?

—Fue ella quien inventó que eras mi amante —le informó, sin embargo, Rocío no se sorprendió, después del altercado que habían tenido no era descabellado que hubiese buscado la forma de poner en jaque su relación con Julián.

—Ella desconfía que mí y es natural, eres su hijo y quiere lo mejor para ti.

—Para mí, tú eres lo mejor —declaró mirándola a los ojos—. Rocío, yo te quiero en mi vida —la ternura de su voz y la manera con la cual la miraba le derritió por completo—. No voy a permitir que nadie te haga daño y te defenderé de quien sea, incluso si se trata de mi madre.

—No quiero que por mi causa te enfades con tu mamá. Eso no está bien —retrucó con tacto—. Ustedes se adoran y lo correcto es que arreglen sus diferencias.

—Te dejó mal frente a todos tus colegas ¿no te molesta lo que hizo? —que Rocío se mostrase del lado de su madre lo desconcertó. El daño a su integridad moral difícilmente podría ser reparado a corto plazo.

—Claro que sí, me hizo sentir muy mal todo lo que pasó —aclaró ella—, pero la comprendo. Ponte en su lugar, yo debo ser la última opción de pareja que hubiese contemplado para su hijo —decidió que era un buen momento para hablarle de la visita que Gloria le había hecho a la oficina—. Julián, lo que pasó es en parte mi culpa —reconoció, cabizbaja.

El hombre ladeó la cabeza sin comprender.

—¿Por qué sería tu culpa que mi mamá te calumniara?

—Porque la desafié —reveló—. El día que te dije que estaba dispuesta a blanquear lo nuestro, ella había ido a la oficina a hablar conmigo sobre ti. Me avergüenza reconocer que perdí la compostura y me exalté.

Si reconoces mi vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora