Rocío estaba sentada junto a la cama donde dormía Buster. Lo peor había pasado, pero la condición del cachorro no dejaba de ser de cuidado. El solo recordar su frágil cuerpecito inerte sobre la entrada de la casa le hacía estremecer.
—Vas estar bien, pequeñito —susurró posando sus dedos delicadamente sobre su nariz.
Había temido lo peor.
Sus gritos de pánico habían alertado a una pareja que salía de su casa justo en ese momento, le habían auxiliado y llevado hasta la clínica veterinaria en su vehículo. Solo había tomado su bolso y cerrado la puerta antes de salir disparada. Ni siquiera se había preocupado por Larissa, aunque esperaba no volvérsela a cruzar en la vida.
Presentía que si lo hacía le arrancaría los pelos uno a uno.
Comprendía que estuviera enojada con ella, pero lastimar a Buster y salir corriendo sin preocuparse de su estado había sido demasiado.
Estaba sumida en sus pensamientos cuando la puerta se abrió y por ella entró Julián. Instintivamente corrió a sus brazos y se dejó envolver por ellos.
—Ya estoy aquí —dijo contra su pelo. La joven no pudo evitar que nuevas lágrimas cayeran por sus mejillas—. No llores más, el veterinario dijo que espera que mejore. Está evolucionando bien.
—Lo sé, pero fue horrible verlo inconsciente bañado en sangre o verlo cuando convulsionó —negó como si quisiera quitar esas escenas de su cabeza—. No creo poder olvidar nunca lo que ocurrió hoy.
—Se va a recuperar y pronto lo tendremos corriendo por la casa —le susurró acariciando su mejilla—. Es un perrito muy fuerte —sin soltarla la condujo hasta la cama y miró a Buster. Tenía un lado de su cabeza rapado y un parche que se veía ridículamente grande considerando su tamaño. Además, en su brazo había un vendaje.
No negaba que le resultaba impactante su condición y que para Rocío debió ser aún peor.
—Intentó defenderme —espetó la joven—. Mi pequeño héroe.
—¿Defenderte? —inquirió con extrañeza. No había pensado en la razón por la cual Buster estaba así, su única preocupación había sido su estado. Sin embargo, al contemplar la idea de que Rocío había estado en peligro su corazón le dio un vuelco— ¿Qué fue lo que pasó?
La joven entre sus brazos se giró para mirarlo y, con determinación, procedió a explicar lo sucedido.
—Estaba intentando dormir, no quise ir al dormitorio y me quedé en la sala con Buster —comenzó, Julián no intentó agilizar el relato entendiendo que ella estaba muy nerviosa aún—. Llamaron al timbre, abrí la puerta, estaba adormilada y no usé la mirilla —siguió—. Era Larissa.
El hombre abrió mucho los ojos e inspiró lentamente.
—¿Qué quería?
—Ahora que lo preguntas, no lo sé. Difícilmente podía estarte buscando cuando es un horario en el que habitualmente estás en la oficina.
—Entonces te buscaba a ti —replicó él, ella negó.
—¿Cómo podría saber que estaría en tu casa? Yo también debí estar en el trabajo y no le dijimos a nadie que faltaría durante la mañana.
Tenía razón. No tenía sentido.
—Ya averiguaré sus intenciones. Ahora dime qué ocurrió —pidió cauteloso.
—Discutimos y en algún punto la pelea escaló. Larissa me dio un empujón y no se lo permití —resumió, con todo lo que había ocurrido no recordaba con claridad la disputa entre ellas, ni lo que se habían dicho—, comenzamos a gritarnos y Buster intervino mordiendo su bota. Larissa le dio una patada y él rodó por la escalinata. Se golpeó contra el pilar de la entrada.
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Si reconoces mi voz
RomansaComo la fiel asistente que era, Rocío tuvo que seguirle la corriente a su jefe cuando este sufrió un cuadro amnésico producto de un accidente de coche. Las recomendaciones del médico habían sido claras y debía hacerle caso en todo. Julián Goic esta...