Capítulo 20

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La mañana los sorprendió dormitando después de una noche intensa. Rocío había conocido un aspecto de la intimidad de la que solo había leído en algunos libros románticos que eran su placer culpable. Comprobar de primera mano los placeres de la carne junto a un hombre tan atento y dispuesto a complacerla era más de lo que se hubiese atrevido a soñar.

Julián era, efectivamente, muy bueno en la cama.

Agradecida, acariciaba con languidez el pecho desnudo de su jefe sintiéndose satisfecha. Julián, en tanto, tenía una sonrisa suave en la cara.

—Tendremos que ver eso de los preservativos. Es decir, no me quejo de lo de anoche, pero fue difícil controlar el impulso de penetrarte —dijo él y Rocío ocultó su ruborizado rostro en la curva de su cuello. Julián besó su frente— ¿Aún después de lo que pasó entre nosotros tienes la capacidad de avergonzarte?

—No sé si logre acostumbrarme alguna vez a ser... —se calló de súbito. El hombre se acomodó para verle la cara.

—¿A ser qué?

—Lo que sea que seamos —espetó sonriendo levemente.

—Supongo que amantes es el término correcto —aceptó él—. Nunca he tenido una relación como esta —ante la mirada de incredulidad que ella le dedicó, Julián se vio en la obligación de aclarar sus palabras—. Te conocí en un contexto totalmente distinto a mis anteriores parejas. Me sedujiste sin proponértelo con tus respuestas rápidas y tu perspicacia. Desconozco mis reacciones cuando te tengo cerca y pierdo la cabeza ante la mínima provocación —reconoció dejándose caer de espaldas nuevamente y mirando el techo—. Te hice llorar, pero cada lágrima tuya me hacía sentir más miserable de lo que ya era teniéndote lejos.

—Va a haber rumores en la oficina —susurró Rocío, conmovida por su apasionada declaración.

—Es inevitable, pero no sería la primera vez que dos empleados se involucran sentimentalmente. No hay una política que lo impida —le restó importancia—. No te preocupes por eso.

—Pero eres el jefe y yo soy tu asistente. Es obvio que van a especular sobre mí.

—¿Qué puede ser lo peor que pueden decir? ¿Que te acuestas conmigo para escalar en la empresa? —ella asintió—. Es ridículo y lo sabes.

—Los demás no lo saben —replicó con amargura.

—No voy a renunciar a lo que hay entre nosotros por lo que piense la gente. Somos dos adultos que se desean y no tienen que darle explicaciones a nadie.

Julián entendía las aprensiones de Rocío, era un hecho que hablarían de ellos y, posiblemente, hubiese quienes fuesen insidiosos y buscaran motivos ocultos. No obstante, a él no le importaba, la verdad solo la conocían ellos y con ello bastaba.

Tomó a Rocío de la cintura y la acomodó sobre su cuerpo. La facilidad con la cual la alzaba resultaba fascinante, le hacía sentir enorme a su lado. Recorrió su columna con los dedos y le besó el cuello.

—Quisiera tomarme las cosas con tanta calma como tú —murmuró la joven haciéndolo sonreír contra su piel.

—No hubiese llegado hasta donde estoy si hubiese escuchado todo lo que dicen de mí.

—Dicen que eres un prodigio en la cama —dijo ella y él detuvo sus caricias.

—¿Quién te dijo eso? —inquirió, no le agradó que alguna conquista suya hubiese hecho un comentario así frente a Rocío. Era desconsiderado y deliberadamente cruel si para ese entonces ella albergaba sentimientos por él.

—Una exnovia tuya —contestó, calmándolo—. No me lo dijo, pero la escuché sin querer cuando hablaba por teléfono.

—Lamento que... —Rocío le puso un dedo sobre los labios para silenciarlo y le sonrió coqueta.

Si reconoces mi vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora