Capítulo 24

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Contrario a lo que Rocío había pensado, Julián no se regodeó con su cambio de opinión, ni había hecho alarde de ello frente a los demás. Simplemente había tomado su mano al salir de la oficina y los cotilleos se habían encargado del resto.

El boca a boca había resultado ser muy efectivo.

Debía reconocer hidalgamente que él había tenido razón sobre el poco impacto que había generado la noticia en su trabajo y que, por el contrario, en ese momento tenían más libertad de pasar tiempo juntos sin que nadie los mirara con sospecha. Llevaban dos semanas de relación pública y las cosas marchaban bien.

Pasaba varias noches en casa de Julián y estaban educando a Buster para que durmiera solo, lo que le provocaba muchísima pena porque el cachorro no había reaccionado bien los primeros días, pero ya estaba acostumbrándose a su cama. Había dejado atrás sus llantos y miradas de reproche.

En aspectos más íntimos, la pasión entre los dos seguía igualmente intensa, lo cual le preocupaba un poco porque todo su mundo giraba en torno a él y temía la llegada del momento en el cual la dejara. Sería como si un planeta perdiera su sol.

Por más que hubiera ganado la partida frente a Gloria con el hecho de que su jefe reconociera la relación que mantenían, la verdad es que sabía que a la larga la mujer tendría razón. Que Julián fuese honesto no implicaba que su romance fuese duradero, sencillamente obedecía a la forma de vivir que él llevaba.

Su jefe no se avergonzaba de nada en su vida, ni siquiera el hecho de ser un privilegiado ante los ojos de la sociedad le causaba reparos. Él aprovechaba todas las oportunidades de las que disponía porque su seguridad en sí mismo valía mucho más que las opiniones del resto.

Reconocía que envidaba su soltura frente a la vida y eso que ella no era una persona que se pudiera considerar retraída. Que fuese tímida en lo que respectaba a Julián era natural porque él la ponía nerviosa, pero en general socializaba con las personas de su entorno sin problemas.

Se caracterizaba por compartir bastante con sus compañeros de trabajo y creía que desde que era novia de Julián los había dejado de lado, por lo que ese día había decidido aprovechar que él había tenido un almuerzo de negocios para ir a la cafetería y compartir con ellos.

Una vez allí tomó una bandeja y fue llenándola, estaba más hambrienta que lo habitual, pero cuando se disponía a sacar el postre cayó en cuenta de las miradas sobre ella. Alzó la cabeza y varias personas giraron la cara.

Desconcertada se preguntó si había algo mal con su aspecto ¿su ropa estaba sucia? Se miró críticamente sin encontrar nada malo.

Aún así, los susurros a medida que se aproximaba al área de las mesas aumentaron y varios de sus colegas se agacharon para no hacer contacto visual con ella.

¿Qué estaba pasando?

Dudando se acercó a la mesa donde estaban las recepcionistas y secretarias de su piso, inmediatamente se quedaron calladas y se instaló la tensión en el grupo.

—Hola ¿Puedo sentarme con ustedes? —preguntó fingiendo una sonrisa, la cual murió en sus labios cuando las jóvenes se miraron entre sí.

—En realidad ya nos íbamos —respondió una después de una larga pausa— ¿Cierto, chicas? —buscó ayuda en sus compañeras y estas asintieron tomando sus cosas precipitadamente.

—Es cierto, lo sentimos, Ro... —la joven palideció y se corrigió—. Señorita Pardo.

«¿Señorita Pardo?» se preguntó con extrañeza. Jamás ellas la habían llamado así.

—Le dejamos la mesa —agregó otra—. Buen provecho.

En un santiamén la joven se vio sola con la multitud mirándola a hurtadillas. Quiso dejar todo y salir corriendo a esconderse, incluso llorar a gritos de ser necesario. No comprendía qué había hecho tal mal como para recibir tanto desprecio de la nada.

Si reconoces mi vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora