Despertó como todas las mañanas desde que llegó a la torre, de forma mecánica y con gesto apático, deseando gritar y sin poder hacerlo. De todos los futuros que Joric había imaginado para sí desde que tenía conciencia, ninguno había sido tan desalentador como el que le había tocado vivir. Él, que aspiraba a ser Legado o incluso General de la Legión Imperial algún día, había terminado convertido en el recadero de un grupo de vampiros cuyo objetivo era arrebatar Morthal a su propia familia, sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Fue un golpe tan fuerte para Joric que, pese a su corta edad, tenía la sensación de haber madurado años en las dos últimas semanas.
Miró hacia el techo con los ojos vacíos, sin ningún deseo por moverse, cuando su cuerpo se incorporó sobre la cama, listo para ir a reunirse con Laelette. Como cada mañana, Joric se mareó cuando su carne lo levantó antes de que estuviera mentalmente preparado y lo arrastró hasta el salón central, donde se reunió con la vampira. A Laelette le gustaba comer con él. Aunque al principio Joric pensó que era porque se conocían, porque quizá quería sonsacarle información sobre cómo habían ido las cosas en su ausencia, no tardó mucho en darse cuenta de que, en realidad, lo estaba usando como sustituto de su hijo Virkmund.
Pinchó una patata y la masticó sin entusiasmo. Incluso el esfuerzo de tragar iba guiado por una fuerza que no era suya, pero que a veces era insuficiente a propósito para obligarlo a actuar. Seth no se conformaba con haber doblegado la voluntad de su cuerpo, sino que quería que Joric sintiera que había ciertas cosas que las hacía por propia voluntad. Quería que su mente también cediera. Era el colmo, pero funcionaba. La fuerza para tragar no bastó para que la patata bajara bien por su garganta, así que tuvo que beber un poco de agua para no morir atragantado.
—¿Estás bien, cielo? —preguntó Laelette, sin apartar la boca del cuello de Grynd, un esclavo que debía de tener la edad de su padre.
Joric asintió, aunque tosió unas cuantas veces más antes de seguir comiendo sin voluntad ni apetito; nada le quitaba el hambre como la escena que tenía lugar ante sus ojos, donde Laelette se seguía alimentando por vicio del cuerpo cansado y torturado del viejo esclavo nórdico. A pesar de todo, Joric no dijo nada. No solo se abstuvo por el control de Seth, sino porque llevarse con Laelette tenía sus ventajas, por más rechazo que le causara. Gracias a ella tenía su propio cuarto en un hueco que antes había servido como despensa. También gracias a ella podía comer comida decente o vestir ropa, y por ahora nadie se había intentado alimentar de él. Hacer gestos o dedicarle miradas inadecuadas a la criatura que le garantizaba estos privilegios no era la mejor de las ideas, no al menos si no quería terminar como los demás esclavos.
Cuando terminó de desayunar se despidió de Laelette, quien le dio la lista de tareas diarias. Lo primero que hizo fue poner a hervir unas cuantas verduras viejas para que los esclavos tuvieran algo que comer más tarde. Después de eso fue a asearse. Comer, beber, asearse. Todas acciones básicas para estar sano y presentable, tal y como exigía Seth. Si fuera por Joric habría dejado de comer y de beber desde que llegó a Myr, pero Athan había sido claro: si no lo hacía por voluntad propia, lo haría de todos modos. Ser dirigido por el brujo incluso en algo tan básico como comer le pareció tan intrusivo que, con el paso de los días, empezó a hacerlo a propósito. Recobrar el control sobre esos momentos de su vida le pareció una victoria, al menos hasta que se dio cuenta de que eso era lo que buscaba Lord Athan; manipularlo para, poco a poco, hacerse también con el control de su mente. Lord Athan. Se puso de mal humor al darse cuenta de que había pensado en él por ese nombre, el cual era, por supuesto, otra imposición más.
Joric limpió cada habitación de la torre salvo la última planta, cuyo acceso tenía prohibido desde hacía una semana. Después llevó la comida a los esclavos. Un cuenco de guiso, si así se podía llamar a aquella bazofia hecha de verduras medio podres, y media barra de pan duro por cabeza.
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Los Hijos de Bal
FanfictionSeth Athan llegó a Morthal con un objetivo en mente: hacer lo necesario para convertirse en el nuevo adalid de Molag Bal, el señor de la dominación. Sin embargo, conocer a Alicent Baskerville (la joven hija de la alquimista del pueblo) y a sus amigo...