Despertó al mediodía. Habría seguido durmiendo si no fuera porque algo, una caricia persistente que recorría su brazo de arriba a abajo, la sacó del sueño. Alicent entreabrió los ojos, aturdida. Los rayos de Magnus caían sobre su rostro, cegándola. Cerró los ojos y giró sobre sí, convencida de que estaba en su casa a pesar de que su cama nunca antes se había sentido tan cómoda. Estaba a punto de volver a dormirse cuando una nueva caricia la ató a la vigilia. Aunque intentó pedir cinco minutos más, solo salió un gruñido de su boca. Tenía demasiada sed.
—Nunca imaginé que durmieras tanto —dijo Seth—. Estás muy bonita durmiendo, hasta cuando babeas —comentó con una risa suave.
Alicent parpadeo un par de veces, desconcertada. ¿Qué hace Seth en mi habitación? Se removió en la cama y estiró el brazo, buscando su manta de piel para cubrirse, avergonzada de que él la estuviera viendo así. Tanteó la tela mientras volvía en sí hasta que se dio cuenta de que estaba tocando la manta, pero no su manta. Se parecía más a las que Idgrod y Joric tenían en sus habitaciones. Extrañada y medio despierta volvió a girar sobre sí, hacia la luz, hacia la voz de Seth, dispuesta a descubrir lo que estaba pasando. Fue durante el giro que terminó de despertar, y los recuerdos de la última noche la atravesaron como el rayo la atravesó en el pasado: sintió su cuerpo entumecido paralizarse, y sus brazos empezaron a temblar tanto que parecía estar convulsionando. Incluso podía sentir el escozor justo en la zona por la que había entrado.
Alicent se aferró a las sábanas. Eran más finas y ligeras que ninguna otra sábana que hubiera usado nunca, tanto que ondeaban un poco por el tembleque de sus manos, haciendo cosquillas sobre su piel. Seguía desnuda, tal y como Seth la dejó en la cama después de... después de...
Abrió los ojos de par en par. Seth estaba de pie frente a ella, sonriendo como si nada. Como si acabara de regresar del Cerro tras un día normal y todo estuviera bien. Alicent se incorporó despacio sin apartar la vista de él, sin apenas parpadear, aferrada a las sábanas con ambas manos bajo la barbilla, ocultando su desnudez. Sintió la tentación de taparse hasta la cabeza como hacía por las noches, cuando se quería ocultar de los monstruos. Pero ahora vivía en una torre llena de monstruos, de vampiros. Y luego estaba Seth. En aquel momento Seth también le parecía un monstruo, aunque fuera humano.
—Te he traído esto, supuse que tendrías hambre.
Seth dejó una bandeja de madera redonda junto a ella. Tenía un vaso con zumo, un par de bollos dulces, un trozo de empanada de carne y una jarra con agua. Alicent se lanzó a por el agua y bebió varios vasos con desesperación; la última vez que había comido y bebido había sido en Morthal, en su casa. Miró hacia la comida, pero tenía el estómago revuelto. En realidad, sentía un malestar general por todo el cuerpo que crecía junto a su tensión, como alimentado por los nervios.
—No tengo hambre —murmuró, mientras alzaba la mirada despacio, desde la bandeja hasta sus ojos.
—Entiendo —dijo él—. Prefieres que hablemos antes. Imagino que tendrás muchas preguntas.
Seth no parecía sorprendido. Ni siquiera parecía sentirse ni un poco culpable. Le mantuvo la mirada sin problema e incluso suspiró con pesadez, como si le molestara su actitud. Aquello la enfadó. La enfadó tanto que el malestar y las ganas de llorar se convirtieron en coraje.
—Tampoco quiero hablar contigo —espetó.
Seth apretó los labios y la miró con advertencia. Su madre siempre la miraba así cuando seguía pidiendo algo que ya le había denegado, como cuando insistió en ir a Soledad junto a sus amigos hacía un par de años, la primera y única vez que la jarl la había invitado a un viaje. Sabía lo que significaba aquella mirada: "Sigue así y te ganarás un castigo". Seth se sentó a su lado y apoyó una mano en su hombro. Alicent no se atrevió a apartarla de un empujón, amedrentada por su mirada, pero el tacto de su piel era algo insoportable y vertiginoso, tanto que se tuvo que mover.
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Los Hijos de Bal
Hayran KurguSeth Athan llegó a Morthal con un objetivo en mente: hacer lo necesario para convertirse en el nuevo adalid de Molag Bal, el señor de la dominación. Sin embargo, conocer a Alicent Baskerville (la joven hija de la alquimista del pueblo) y a sus amigo...