Padre, hijo y hermano.

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Luke.

Mordí mi labio inferior con fuerza ahogando el grito de dolor que luchaba contra mi autocontrol y la fuerza de mis dientes atrapando la piel de mis labios. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas con rencor, como si me castigaran, como si me recordaran lo idiota que había sido.

Melanie se disculpó una y otra vez con sus temblorosas manos sobre la herida de mi abdomen. Mi sangre se escurría entre sus dedos, sus ojos parpadeaban entre el naranja y el débil avellana. Sus pecas se mezclaban con la sangre en sus mejillas.

Había olvidado que era una niña, había olvidado que era mi deber cuidarla. Protegerla.
La promesa que había hecho..

Yo lo ignoré, lo olvidé todo. La arrastré a mi propia guerra, la puse en el jodido campo de batalla. ¿Qué demonios estoy haciendo?.

Su pecho subía y bajaba en respuesta a su descontrolada respiración, sus mejillas estaban bañadas en sus lágrimas y mi sangre, que no estaba muy seguro de cómo acabó en la piel de su rostro.

— No puedo detener la sangre y...no.. — sollozó dejando caer su frente contra mi hombro. Su cuerpo temblaba y podía sentirla romperse entre mis brazos. — No soy Dylan..no soy un Alfa..no.. — titubeó entre sus palabras y sus manos presionaron aún más la herida. — No puedo hacer esto..necesitamos volver..necesitas...tu..

— Lo necesito. — completé por ella.

Asintió entre sollozos, la presión de sus manos se debilitaba. Podía sentir el frío, y los aullidos a lo lejos. Estábamos en peligro, y si ella se quedaba, estaría muerta.

— Mel.. — murmuré como pude. — ¿Puedes correr?... — pregunté intentando sonreír.

Llevé mis manos hacia las suyas, las quité con suavidad, forcejeó con inocencia hasta que me dejó tomar el control de mi propia herida. No tenía magia, y mi lado animal estaba demasiado débil, pero algo podré descifrar.

— Mel... — susurré en busca de su respuesta, presioné la herida. Si, dolía.

Tenía miedo de perder el control de mi propia mente. Podía sentir como él presionaba mis barreras, mi autocontrol. No quería perderme, no con ella aún aquí.

— Puedo. — comenzó a negar apretando sus labios. Se veía aún más pequeña de lo que recordaba.

— Escucha.. — susurré intentando ponerme de pie, me sostuve del árbol detrás de mi, se sentía más vivo de que lo que yo podía decir de mi.

— No..

— Escúchame..por favor.. — cerré mis ojos unos segundos, sus manos fueron hacia mis hombros ayudándome a mantenerme de pie. Asintió manteniéndose en silencio, los aullidos incrementaron. — Mi pequeña zanahoria... — mi voz se quebró, no estaba seguro de si por el dolor o por el cansancio, quizás ambas. — La ví morir.. — acaricié su mejilla con torpeza, no controlaba muy bien mis movimientos. — Arrancaron su cabeza justo enfrente de mis ojos. — tragué saliva, mis ojos lucharon en busca del animal. — No pasaré por lo mismo..no otra vez..

— Puedo defenderme...tú me entrenaste..tú..

— ¡¡NADIE PUEDE CONTRA ÉL!!.. — grité casi como si escupiera aquel recuerdo. Un mohín se formó en sus labios. — Te entrené..también a ella..¿entiendes?.. — pregunté tomando sus hombros, miré por encima de ellos, pude distinguir a lo lejos un movimiento que definitivamente no pertenecía a los árboles. — Él sabe doblegarme, puede controlarme, mi mente, mi magia, mi lobo, todo de mi, soy su puta creación, ¿entiendes?..soy..

Alfa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora