Avril Fray.
Sigo mirando la puerta aún cuando pasan varios minutos de la partida de Zayn. Ahogo un grito de frustración, retorciendo la tela de la sudadera entre mis dedos. ¿Cómo puede ser tan increíblemente molesto?
Me vuelvo lentamente hacia el espejo, entrecerrando los ojos ante el reflejo que me muestra de mí misma. Tengo el cabello alborotado y las mejillas enrojecidas. El corazón aún continua latiendo desbocado, así que respiro profundamente intentando calmarme. No funciona; es imposible tranquilizarme cuando sé que está a solo unos pasos. Lo peor de todo, es que aún puedo sentir su perfume percutiendo entre las paredes, como alguna clase de espectro suyo cuyo único trabajo es torturarme.
Suspiro y deposito la sudadera en el toallero plástico, dejando correr el agua en el lavabo. Alargo la mano y me mojo el rostro antes de peinarme el cabello con los dedos y volver a tomar la sudadera.
La tela es suave, con finísimas líneas rojizas que atraviesan la prenda de manera horizontal. Dejo que la camiseta estropeada se deslice lentamente entre mis dedos, y cuando termina en el suelo, me pongo la sudadera.
Es... grande, ridículamente grande. Tengo que enrollarme las mangas a la altura de los codos para conseguir que se me vean las manos, y me llega hasta la mitad del muslo.
Resoplando resignada, le echo una última ojeada a mi aspecto en el espejo y salgo del cuarto de baño. Para mi sorpresa Zayn está justo en frente, recostado a la pared y por supuesto, con un cigarrillo en la boca.
—Pensé que no saldrías nunca —reprocha, tirando el cigarrillo casi intacto por la ventana a su lado.
Parpadeo confundida.
—No hace falta que...
—No pasa nada —interrumpe. Sus ojos me escudriñan de arriba a abajo—. De todos modos pensaba tirarlo.
Frunzo el ceño aunque él esté mirando para otro lado. Eso parece poco probable, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que Zayn disfruta fumar, pero se agradece respirar aire puro.
Me acerco para colocarme a su lado junto a la venta. El aire fresco me acaricia las mejillas, y me veo tentada a cerrar los ojos para disfrutarlo un poco más. Si tan solo pudiera...
—Te queda mejor a ti.
Mis ojos se abren con sorpresa. Giro la cabeza para mirar a Zayn, pero él está mirando al piso.
—¿De qué hablas?
—Mi sudadera —aclara, levantando la cabeza. No tiene ninguna expresión en el rostro—. Se ve mejor en ti.
Separa la espalda de la pared y se rasca la nuca. Da la impresión de estar... incómodo. No parece el mismo chico de hace unos minutos, ese que se mostraba tan seguro de sí mismo mientras me acorralaba como un depredador a su presa.
—Gracias... —murmuro.
—¿Qué sucedió? —Su voz es tan tenue que aún no sé cómo consigo escucharlo.
—¿Cuándo?
—Ayer en la tarde. ¿Qué te sucedió?
Me tenso de inmediato, y mis ganas de responder se pierden en un pozo infinito de posibles excusas.
—¿De qué hablas? —pregunto con una sonrisa nerviosa—. Estabas ahí, Zayn. Viste lo que sucedió.
Sus ojos azules me miran de nuevo, luciendo más atormentados que de costumbre.
—No. —Niega con la cabeza—. No tiene sentido. Yo ví la pelota. No venía desde tan lejos.
Ladeo la cabeza.
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Más allá de las estrellas (#PGP2024)
RomanceEl sonido de las estrellas, bailes a la luz de la Luna, y una canción que será siempre suya. Avril Fray sabía que ya no era una chica normal. Su vida se había convertido en un trayecto imparable entre su casa y el hospital. En ese recordatorio const...