CAPÍTULO 24

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Avril Fray.

Nunca somos realmente conscientes del valor de las palabras. Del poder que tienen o del que nosotros mismos les damos. Hay palabras que pueden destruir, amargar, romper, y otras que te sacan adelante, te curan, te salvan. Y están las palabras que no necesitan ser pronunciadas, las palabras mudas, esas que no requieren voz, mucho menos letras. Son esas que dices con el cuerpo, con la mirada, con las acciones. Esas palabras siempre serán las más reales.

Miércoles. Hoy es mi última noche tras una semana entera hospitalizada, así que mañana en la mañana podré volver a disfrutar de la comodidad de mi hogar.

Estos días en el hospital, y sin Will, se han vuelto un infierno. Había llevado mis libros favoritos, tuve la compañía de mi padre todo el tiempo, las conversaciones con Leyla, y aún así nada me impidió aburrirme. Los días se hacen demasiado largos en este lugar, y lamento no poder estar con mis amigos, a pesar de que todos ellos me visitan cada vez que tienen oportunidad, me hacen reír y olvidar mi situación. Por supuesto, todos excepto uno: Sean.

Ni siquiera ha aparecido por aquí. Evita a los chicos, y no me ha llamado ni una sola vez.

Su conducta me hiere de una forma que jamás pensé que podría hacerlo. Soy consciente de que metí la pata y hable de más, pero ignorarme nunca será la solución. Más veces de las que me gustaría admitir me he visto marcando su número, pero en cuanto finalizaba, nunca era capaz de llamarlo, y eso me frustra de una forma espantosa.

Suspirando de forma dramática tiro el cuaderno que mantengo en mi regazo a un sillón cercano. Mi padre desde su posición junto a la puerta, fija los ojos en mí.

—¿Estás bien? Te noto estresada —comenta, sonriendo burlón.

Yo pongo los ojos en blanco.

—Estoy bien, papá. Solo quiero volver a casa.

—¿Segura? Por lo general, no te quejas tanto de estar aquí —replica medio riendo y con los brazos cruzados.

Tiene razón. A pesar de que el hospital es un lugar tan desagradable, normalmente no me quejo de estar aquí si es por mi salud. Por supuesto, no es mi lugar favorito en el mundo, y si me dieran la oportunidad de escoger, escogería cualquier otro, hasta el más miserable, pero definitivamente no sería este. Simplemente, hay situaciones que se salen de nuestro control, a las que solo podemos resignarnos sin importar cuántas ganas tengamos de que las cosas sean diferentes.

Cuando esto sucede, se tienen dos opciones; puedes lamentarte, o puedes hacerle frente y sobrellevarlo de la mejor manera posible.

—Pues lo estoy haciendo ahora —estiro las manos sobre el edredón rosa y la apretujo entre mis dedos.

Mi padre parece encontrar de lo más divertida esta situación, pues se acerca a mí con un aire juguetón y me acaricia la cabeza.

—Que no esté aquí no significa que no se preocupe por ti, Avril

Me cubro la mitad de la cara con el edredón y solo dejo ver los ojos, la frente y el principio de mi cabello castaño. Ni siquiera me sorprendo cuando prácticamente me lee la mente. Él es así, siempre lo ha sido. Sabe lo que pienso y quiero incluso antes de que yo misma lo sepa.

—No sé de qué hablas —murmuro, y aparto la mirada.

—Sí que lo sabes. —Suelta una carcajada—. Siempre has sido tan fácil de leer, hija mía. Al igual que Sean. Son tan iguales

Me presiono el puente de la nariz, cerrando los ojos, y después miro a mi padre, dejando que mi mano caiga fuertemente sobre el colchón.

—No entiendo por qué no ha venido a verme. Está bien que hayamos discutido, pero no es excusa para que no se preocupe por mí.

Más allá de las estrellas (#PGP2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora