Avril Fray.
—Son preciosas, ¿verdad? —Su voz es serena, pacífica al hablar.
Volteo el rostro para mirarlo, y el verlo apoyado contra la puerta de vidrio de una floristería cualquiera, con el viento nocturno trayendo diminutas gotas de agua que se incrustan en su rostro y el cabello más alborotado que de costumbre, me lleva a pensar que tal vez luce un poco más... joven.
—¿Qué cosa? —pregunto, ignorando el rumbo de mis pensamientos.
—Las estrellas —responde con expresión de anhelo en los ojos—. Nunca he visto nada más perfecto que las estrellas, ¿sabes?
—Eso es porque no lo hay —concedo, pero al levantar la cabeza me percato con pesar de que la única imagen que percibirán mis ojos, además del aburrido toldo de listas blancas y verdes, son las rojizas nubes de lluvia—. Es una lástima que no podamos verlas.
Suspiro y le dedico a Zayn una media sonrisa, aunque no puedo evitar sentirme un poco desilusionada. Son contadas las veces que tengo la oportunidad de mirar al cielo nocturno y encontrarme con un infinito salpicado de estrellas y constelaciones; de puntos brillantes que a diferencia de los que veo cada noche pegados en el techo de mi habitación, no necesitan ser cargados con luz porque simplemente emiten la suya propia. Estar fuera a estas horas y no poder permitirme al menos eso, es cuando menos, decepcionante.
Zayn no parece mostrar ninguna expresión en el rostro al mirarme, sin embargo suena tremendamente convencido cuando, tras unos segundos de absoluto silencio, me dice:
—Estoy seguro de que bastará con que cierres los ojos.
Lo miro escéptica. No solo por su sugerencia, sino también por el ligero estremecimiento que vino después.
—¿Cerrar los ojos?
—Sí.
—¿Para qué quieres que cierre los ojos?
Sonríe y pone los ojos en blanco.
—Oh, vamos. Solo hazlo, ¿quieres?
No puedo evitar dedicarle una mirada confundida. ¿Qué diablos pretende? No tengo la menor idea, sin embargo en el mismo instante en que mi mirada choca con la suya, me pierdo en una pequeña llovizna de pensamientos que me salpican todo el cuerpo.
¿Cuántas veces he tenido la oportunidad de ver su cielo en calma? Probablemente, menos de las que he podido ver las estrellas fuera de casa. Así que mientras él está ahí sentado junto a mí, siguiendo minuciosamente cada uno de mis movimientos y mirándome a la expectativa de que algo suceda, procuro no resoplar demasiado fuerte cuando decido hacerle caso y finalmente cerrar los ojos.
—Listo. ¿Ahora qué?
Estaría mintiendo si negase lo nerviosa que me siento al permanecer prácticamente a ciegas frente a él, sobre todo cuando está tan cerca y lo siento tanto. Cuando no tengo forma de defenderme. Cuando no quiero hacerlo.
Apoyo la cabeza contra el vidrio de la puerta y dejo que mi rostro se incline casi por inercia hasta su lado, invadiendo la prudente distancia que había establecido entre ambos justo un minuto después de decidir que el mejor lugar (y más cercano) para protegernos de la lluvia sería el toldo de una pequeña floristería.
—¿Puedes verlas? —Su voz es suave, y por la forma en que siento la fricción de sus vaqueros rozando contra el piso de cemento pulido, se que se ha movido.
—¿Ver qué?
Escucho su respiración surfear un tanto inconstante sobre el viento helado, pero elijo inhalar con fuerza y mantenerme tranquila.
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Más allá de las estrellas (#PGP2024)
RomanceEl sonido de las estrellas, bailes a la luz de la Luna, y una canción que será siempre suya. Avril Fray sabía que ya no era una chica normal. Su vida se había convertido en un trayecto imparable entre su casa y el hospital. En ese recordatorio const...