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Ivana

El viaje estaba siendo tranquilo pero divertido. Daiana y yo habíamos conocido unos italianos muy guapos, con los cuales habíamos hecho buena amistad. Me sentía yo, me sentía libre. Estaba haciendo lo que quería, cuando quería y como quería. Y me estaban respetando. Me estaban dejando vivir y disfrutar tranquila. Había olvidado lo bien que se sentía.

–Me siento más yo que nunca.

–Se te nota –sonríe Dai.

–Me gusta oír eso.

–Estás viviendo y no sobreviviendo. Eso es lo que todos tenemos que hacer.

Era feliz. Estaba siendo más yo que nunca. Me he dado cuenta que unos amigos que te quieren no se van a dejar influenciar por uno como han hecho ellos, o liarse con tu ex como ha hecho Kate. Apenas quedaban dos o tres días del viaje, y ya me sentía una chica totalmente nueva. Lo estaba disfrutando muchísimo. Pero no me quitaba de la cabeza lo que me pasaría cuando volviera al instituto. ¿Y si todos se creían la versión de Bruno? ¿Y si todos acababan dejándome sola? Conociendo a Bruno le habría dado tiempo de sobra a mandar un mensaje a todos los que conocía de allí, y de esos a más y a más, hasta conseguir a todos. Ahora tenía miedo de volver.

–¿Estás bien? –fue Daiana quien me sacó de mis pensamientos.

–Solo pensaba.

–¿En qué? –me mira preocupada.

–... En lo sola que voy a estar cuando vuelva… –se me llenaron los ojos de lágrimas.

–¡Eh! Ni de coña vas a llorar con un rímel de Yves Saint Laurent puesto, y segundo. ¿En serio te crees que ese soplapollas ha hecho algo? Venga ya, no llega ni a cajero del Mercadona.

–Te haré caso –suspiré.

En el fondo, muy en el fondo. Yo sabía que tenía razón y no podía hacer nada para evitarlo.

Los últimos días del viaje los disfrutamos al máximo, dándonos el teléfono con esos italianos guapos. Prometieron que irían a vernos a nuestras islas, en el fondo sabíamos que no era cierto, pero nos fuimos con buenos recuerdos de allí. Nos trataron como princesas.

Al día siguiente volvimos a clase. No me apetecía nada compartir ambiente con ellos, pero es lo que había. Toda la clase sumió en un silencio inquebrantable cuando entré.

–Qué valientes los que os callais y luego apuñalais –Daiana alzó la voz, para luego echarle una mirada a Kate. A ella no la iba a perdonar nunca.

–Por lo menos yo no soy una puñetera barriobajera que se deja comprar por un par de pizzas y un café –suelta ella. La acaba de cagar, porque Daiana no se guarda ni una.

Se levantó directa a por ella, cogiéndola del pelo como si fuera a arrastrarla.

–Yo por lo menos no dejo de lado a mi amiga por un puto mentiroso y cobarde que se cree el mejor del mundo. Y eh, los mismos cuernos que le puso a Iv contigo, te los pondrá a ti, ¿y sabes qué? Ahí te darás cuenta de lo que has perdido por gilipollas.

Creo que también lo dirigía un poco a los chicos, porque antes que amigos nuestros, son de él, pero nunca está de más oír las dos versiones.

–Y que sea la última vez que me llamas barriobajera, zorra vendida –la soltó. Se vino a sentar al lado mío con el pupitre súper indignada.

–Cuando se den cuenta del amigo que tienen… madre mía. Vendrán llorando.

–No lo harán ahora, creeme… –suspira ella–, se darán cuenta en la universidad y da gracias.

ᴍíʀᴀᴍᴇ ᴄᴏɴ ᴏᴛʀᴏꜱ ᴏᴊᴏꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora