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Ivana

No sabía cómo había pasado, pero me lo había tirado. Es decir… si sabía cómo había pasado, obviamente. Solo que, un día éramos amigos y al otro de repente estábamos en mi habitación mientras yo lo montaba como si fuera un pony.

Desde entonces, seguíamos con ese rollo de folla amigos. Tengo que decir que nos veíamos casi cada día, y acababan calentándose las cosas. Pero no había quejas por parte de ninguno, o por lo menos que yo supiera.

Esa misma semana de julio, quedamos todos de nuevo a comer, esta vez sin Iker, a pesar de que habíamos terminado la relación tras años, nos llevábamos bien, pero no éramos amigos como tal.

–¿Qué habéis estado haciendo? Hemos estado un poco perdidos –dice Saul riendo.

–Pues estar en mi piscina. Por cierto, venid cuando queráis.

–Mientras haya alcohol, voy –dice Charlie. Los demás reímos.

–Sí, Charlie. Compraré una botella de Vodka solo para ti.

–¡Te amo! –me lanzó un beso–, ¡guapa!

–¡Guapo tú!

–Ok. ¿Los demás, que? –nos mira Dai–, yo currando, que he encontrado trabajo en un salón de belleza haciendo uñas.

–A ver si me las haces.

–¡Cinco euros! Nada mentira, a ti gratis.

–Menos mal.

–Bueno, yo no he hecho mucho. ¿Vosotros? –dice Pedro. Esto de mantenerlo en secreto me divertía, nos reíamos cuando estábamos solos.

–Hacerme pajas –ríe Bruno.

–¿Te ayudo?

–Uy, Ivy –me sonríe, y automáticamente vi por el rabillo del ojo a Pedro dejar de sonreír.

–Es que Brunito… –lo miré de arriba abajo.

–Bueno chicos, pasapalabra –interfiere Saul–, ¿alguna novedad más importante?

–¿Con Clara qué? Nos tienes un poquito hasta las narices –le dice Liam.

–Seguimos viéndonos.

–Ya, ok, eso lo sabe toda España. ¿Hay o no hay rollo?

–Podría decírse que sí.

–POR FIIIIIN –celebra Charlie–, un aplauso.

–El que voy a dar yo en mi próxima follada del saltón –reí.

–Toma, explicada –suelta Dai riéndose.

La velada transcurrió bastante bien, como siempre. Una comida con amigos. Y después, como cada vez que quedábamos, acabamos Pedro y yo yéndonos solos a casa después de dejar a todo el mundo.

–Que buena estaba la comida.

–Sí, sí… Ehm… ¿Mañana quieres que nos veamos?

–Veré a ver.

–Vale.

Nos detuvimos en mi portal, él vivía unas calles más abajo, no muy lejos.

–Gracias por acompañarme.

–De nada, morena.

Lo abracé. Él hizo lo mismo, apoyando la cabeza en mi hombro y rodeándome con fuerza, como siempre lo había hecho desde que lo conocía. Se despidió de mí y entré en mi casa.

–Le gustas –mi padre tenía la habilidad de oír a través de las paredes. No me preguntéis cómo lo sé, aunque es deducible.

–¿Tú crees?

ᴍíʀᴀᴍᴇ ᴄᴏɴ ᴏᴛʀᴏꜱ ᴏᴊᴏꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora