ᴍíʀᴀᴍᴇ ᴄᴏɴ ᴏᴛʀᴏꜱ ᴏᴊᴏꜱ

18

Pedro

A la mañana siguiente me desperté antes y la vi durmiendo, no la quise despertar. Le di un beso en la espalda y fui con sus padres. Estaba más que feliz. Me senté con ellos en el salón, irradiando felicidad. Su madre me miró y sonrió al verme.

–Cuenta.

–Hicimos el amor.

–Ooh… que bonito.

–Y creo que se está enamorando de mi. Por como me describió lo que sentía, está claro.

–¿Ves? Te lo dije.

Sonreí de oreja a oreja.

–¿Y qué tal haciendo el amor?

–Era nuestra primera vez.

–¿Qué dices?

–La primera vez que hacíamos el amor, sí –reí nervioso.

–O sea que antes era todo carnal, sin sentimientos, y ayer fue todo con amor y bonito.

–Exactamente –asentí.

–Me alegro mucho, Pedro. Ojalá las cosas con mi hija te vayan bien, siempre nos has caído bien y ya eres parte de la familia.

Me daban ganas de llorar que me dijeran cosas tan bonitas. Me sentía tan bien de saber algo así y de encontrar a gente tan buena. Me quedaría a vivir en este momento por el resto de mi vida.

Pero la fama no tardaría demasiado en llegar, empezaría a lanzar mis primeros temas y todo sería distinto. Mi vida daría un giro de ciento ochenta grados.

Ivana

Pasaba las 24 horas del día con Pedro en casa a pesar de que ya se podía ir si quisiera a la suya. Pero estaba claro que quería quedarse. No parecía querer separarse de mi.

–No nos vamos a morir por estar separados, mi niño.

–¿Quieres que me vaya?

–No.

Pero no sabía que sin ser nada todavía, la convivencia empezaría a traernos problemas.

–¿Entonces?

–Nada, pero me imagino que te morirás de ganas de ver a tu familia o algo.

–Los veo más de lo que crees –rió–, tranquila por eso.

–Sí, mucho. Estando dos meses aquí encerrados. Pero si si, los ves mucho –reí.

–Como si no los pudiera llamar –se encoge de hombros.

–Madre mía. Yo moriría de ganas de ver a mis padres.

–Bueno, tú eres tú. Ya iré.

–Pedro, es que tampoco quiero que cojas la costumbre de estar aquí siempre. También quiero que hagas tu vida.

–A ver, si yo te entiendo. Solo dime que no quieres que esté aquí más, es tu casa, es normal.

–No he dicho eso…

–Ya lo sé, pero es verdad. Esta es tu casa y yo tengo la mía, estoy de okupa…

–Yo estoy muy agusto contigo aqui, solo quiero que sigas haciendo tu vida normal y no lo dejes por estar aquí.

–Ya, es que yo quiero estar aquí.

Suspiré. Él se humedeció los labios y suspiró también.

–Solo me he acostumbrado a estar contigo y por eso quiero estar aquí. No me veo sin ti ahora.