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Pedro

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Me desperté en mi cama, con una tableta medio vacía de Paracetamol en la mesilla, mi colega y dos tías. Bueno, tres, en realidad. Dos estaban conmigo. No me lo puedo creer... Joder, no me acordaba de absolutamente nada. Me vestí –ni siquiera recordaba haberme desnudado– y di unas palmadas.

–Todo el mundo a su puta casa. Venga, andando.

Todos, incluyendo a mis amigos se largaron en menos de diez minutos. No tenía ganas de nada hoy. Me quedé estampado en la cama, hecho una mierda, con migraña y ganas de morirme. Solo me acordaba de los ojos pardos de Ivana. Y que estaba con un tío. Dios, no podía soportar esa imagen. Me quería morir. Seguía necesitándola como el primer día que lo dejamos, por mi culpa. Siempre sería mi culpa. La amaba tanto... ¿Por qué no podían hablar conmigo y arreglar esto? ¿Había dejado de amarme? No quería volver a irrumpir en su vida, pero si quería hablar con ella. Reunirme con ella y hablar todo de nuevo. La echaba mucho de menos. Cada vez que pensaba en ella sentía que me estaban arrancando algo de lo que me dolía.

Tenía un concierto en Tenerife donde volví a mandarle un mensaje de que estaba invitada. Ella y Daiana.  No iba a venir, pero yo por intentarlo, no perdía nada.

Ivana

–Pedro me ha dicho que estamos invitadas a su concierto de Tenerife. Una vez más.

–Te va a invitar a todos sus conciertos hasta que vayas a uno.

–... Deberíamos ir.

–Vamos.

Joder, estaba nerviosa. En Tenerife todo parecía estar bien. Cogimos el vuelo para allá y pillamos una habitación de dos noches en un hotel cerca de donde iba a ser el concierto. No sabía si iba a verlo estos dos días, pero verlo ser feliz encima del escenario era hacerme feliz a mi por verlo cumplir sus sueños. Daiana recogió unas tarjetas que nos darían el privilegio de estar en primera fila.

–¿Por qué estoy tan nerviosa?

–... Tal vez, todavía lo quieras –me mira Dai.

–Claro que lo quiero.

–¿Y todavía lo amas?

–Sí.

–Opino... que tal vez no deberías dejarlo ir. Él todavía te tiene clavada ahí. Te enviaba flores cada viernes y dejó de hacerlo en el momento en el que dejaste de hablarle.

–Quiero hablar con él.

–Pues no vas a poder hasta que termine esto.

–Lo sé.

El concierto empezó poco después. Él salió saludando con la mano en alto y una sonrisa en la cara. Miro al público, sabía que nos estaba buscando. Y sabía que nos iba a ver, estábamos a pocos metros de él.  Anunció la primera canción y empezó a cantar. Me las sabía todas. Aún me acordaba de cuando las escribía y me enseñaba las letras. Yo estoy en casi todas de esas canciones, había versos escritos para mí. Mi mundo se derrumbó cuando empecé a oír mi canción. La canción que llevaba tatuada.

–Antes de empezar a cantarla, quiero decirte que te he visto. Que te la dedico como el día en que te la escribí y te la tatuaste. Y que siempre estarás aquí –se puso la mano libre en el corazón.

Joder. Lo amaba. Mi corazón aún latía por él. Salió La Pantera a cantarla con él. Hicieron un espectáculo increíble. Disfruté cada segundo de ese concierto, desde que salió hasta que se fue. Nos quedamos hasta que ya no quedaba nadie y vinieron los de seguridad a echarnos, pero una voz conocida le dijo que se detuviera y que nos conocía. Era él. Nos giramos y lo tenía de cara. Frente a frente. Sudado y con el pecho subiendo y bajando con rapidez.

ᴍíʀᴀᴍᴇ ᴄᴏɴ ᴏᴛʀᴏꜱ ᴏᴊᴏꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora