Capítulo 3 | ¿Lo tomas o lo dejas?

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Rai.

Había llegado a casa luego de ir a la academia, pero para mí mala suerte ahora mami me estaba regañando, ¿por qué? Por la sapa de Laia.

La desgraciada me traicionó, ni porque la dejé ver a la tal Alondra y escuchar sus canciones en mi cuarto se calló lo que pasó en el meet and greet ayer, no volvería a confiar en nadie después de esto.

Tenía la mejilla recargada en mi puño, la cena se supone que debería estar entrando a mi boca, pero con el reproche de mamá el hambre se me había ido.

— No puedes seguir así, nena. — recalcó. — Tienes que controlar tus impulsos, siempre fuiste bochinchera.

— Ay no, mami, no me compares con gente naca que no lo soy.

— Cállese.

Resoplé y miré a papá buscando ayuda, pero él sólo me hizo una señal de que si hablaba dormía con las perras.

— Además de controlar esa boca, deberías buscar que hacer con tu futuro. — fruncí el ceño. — Estudiar una carrera o algo.

— Por algo bailo. — le recordé.

— Eso es un pasatiempo, no algo que va a pagar tus deudas, tus propias cosas y todo lo que implica tu casi vida de adulta.

— Tristemente tu mamá tiene razón. — secundó papá. — Sé que te apasiona el baile, pero no es algo que pueda sostenerte.

Apreté los labios ante sus comentarios.

Sabía que ser bailarina de manera profesional iba a ser difícil, las carreras artísticas siempre son las tachadas cómo las que no te van a dar de comer, y en el fondo lo sabía, pero tampoco quería aferrarme a algo que no me apasiona y ser miserable.

Era asqueroso tener que escoger entre lo que amas y el deber.

— Espero que lo pienses, porque el tiempo vuela. — me limité a asentir. — Ya hablado el tema, terminemos de cenar.

La cena transcurrió, pero mi mente era un revoltijo. Todos terminamos de comer, me paré del comedor y agarré a Laia del brazo.

— Eres una sapa, teníamos un trato. — murmuré.

— No dije que iba a cumplirlo. — soltó una risita malvada, enchiné los ojos.

Iba a decirle que durmiera con un ojo abierto hoy, pero la voz de mamá me impidió amenazar a la traidora esa.

— Hija, te tocan los platos.

«Lo que me faltaba» pensé.

Recogí los platos y los metí al fregador, tomé la esponja y vacié un poco de jabón en ella para comenzar a restregar la suciedad de los platos, mientras hacia mi tarea mis pensamientos sobre mi futuro solo se revolvían.

¿Por qué será qué lavar los platos te pone a  reflexionar? Yo no entiendo ese efecto.

Terminé de lavar los platos y fui a encerrarme a mi cuarto, ahí me encontré a la descarada de Laia viendo a la tal Alondra, fue mi momento de cobrar venganza.

En sigilo me acerqué a ella, estaba envuelta en mi sábana riendo a carcajadas, aproveché eso y lo que hice fue envolverla con la sábana cómo si fuera un sushi, la tomé en brazos.

Sin importarme sus gritos dentro de la sábana salí al patio para dejarla en el suelo, le quité la sabana y cuando se puso de pie salí corriendo hasta la puerta para cerrar la puerta que daba afuera.

— ¡Rai, abreme!— le saqué el dedo medio.

— Ahí mereces estar, hueledora.

Volví a mi cuarto y cerré la puerta con seguro, no iba a tener otro regaño de mami cuando le toque abrirle a Laia.

Por enamorarme de una streamerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora