Rai.
Me alejé de Alondra en un parpadeo, hice una mueca de dolor al sentir una punzada en el tobillo, recargué la espalda contra la pared y evité a toda costa la mirada del duende a mi lado.
¿En qué estaba pensando? ¿Por qué me acerqué de esa forma? Es que yo soy una estúpida, puñeta.
— ¿Están bien?— Cristian llegaba hasta nosotras con respiración agitada. — Necesitamos salir de aquí ya.
— Sí, pero hay que ayudar a Rai, se lastimo el tobillo por ese tipo.
— Oh, bueno, vamos.
Mis alertas se activaron cuando de reojo miré a Alondra acercándose a mí, tragué grueso.
— Apoyate en mi, pero está vez hay que hacerlo bien.
Me ergui soltando un suspiro y negué, no iba a tener ni un poco de contacto con ella. Si de por sí tenía la mente echándome humo, con esto me iba a explotar la cabeza.
— Estoy bien. — mencioné empezando a caminar entre cojeos. — Puedo sola.
— Voy por el carro.
¿Por qué carajos me deja sola con Alondra? Vuelve, hombre inservible.
Me tragué el dolor y a paso muy lento pudimos salir hasta la acera de la calle, Cristian llegaba con el coche y al dar el paso casi caigo otra vez, pero unas manos en mi cintura me sostuvieron.
Miré a mi costado y Alondra me sostenía, apreté los labios.
— Con cuidado. — regañó, asentí nerviosa por su presencia.
Logramos subir al carro y Cristian arrancó este, aproveche ir en la parte trasera y quité mi tenis y el calcetín para ver mi tobillo, este estaba rojo, pero creo que no era algo grave.
— Vamos al médico. — dijo el duende a Cristian.
— ¿Qué?— fruncí el ceño. — Alondra, estoy bien, tampoco es para tanto.
— Estás cojeando, pudiste fracturarte o algo, ¿eso puede pasar?
— Sí, pero no es mi caso.
— Ella dice que no es necesario, ¿tenemos que ir?— mencionó Cristian.
— No. — respondí.
— Sí. — interrumpió Alondra, chasqueé la lengua.
— Que no, diablo.
— ¿La llevo a su casa entonces?— preguntó Cristian.
— No, vamos a la choza y te callas, mamabicha.
Me amenazó a través del espejo retrovisor, rodé los ojos y me crucé de brazos. Esta mujer era más terca que una cabra.
— ¿Pudiste alcanzar al hacker?— preguntó Alondra a nuestro conductor.
— No, fue muy escurridizo. — replicó. — Ni siquiera le vi el rostro.
— Entonces para nada arriesgamos el culo.
— Yo si pude verlo. — comenté.
— ¿Qué?
Los ojos de Alondra me miraron a través del retrovisor.
— Que yo si pude verlo, sorda.
— ¿En serio?— el coche bajaba de velocidad, Cristian volteó a verme. — ¿Y cómo era?
Enchiné los ojos observándolo, se interesó más de lo que pensé, ¿o es por mi ojo de loca?
— Ahora no recuerdo bien, me duele el tobillo. — contesté frunciendo los labios.
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Por enamorarme de una streamer
FanfictionAlondra no supo cómo cayó por esa rizada con altura de jirafa. Y Rai no pensó en enamorarse de un duende streamer.