Capítulo 10.

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El día transcurría con una calma engañosa en la ciudad. Los rayos del sol, difuminados por una capa ligera de nubes, daban al ambiente un tono de melancolía dorada. Sophie, con su porte característico y su mirada afilada, caminaba por una calle adoquinada, perdida en sus pensamientos. La crítica de la exposición de Alexander seguía resonando en su mente, pero era un eco que se mezclaba con los recuerdos del roce accidental que todavía la perturbaba en lo más profundo.

Alexander, por su parte, se encontraba en una cafetería cercana, tomando un café y revisando algunos bocetos. Su mente, aunque concentrada en sus dibujos, no podía evitar divagar hacia Sophie. La pregunta persistente, que lo acompañaba casi que como el viento a las olas del mar, seguía sin respuesta, pero la intensidad del pensamiento comenzaba a transformarse en algo más, algo que aún no lograba descifrar.

De repente, un grito ahogado rompió la tranquilidad del entorno. Sophie, alarmada, giró la cabeza y vio a un hombre acercándose a ella con una mirada lasciva y una sonrisa que helaba la sangre. Sus movimientos eran decididos, predadores, y cada paso hacia ella parecía una amenaza tangible.

-¿Qué haces tan sola, preciosa?- El tono de su voz era una mezcla de burla y amenaza.

Sophie, con su habitual firmeza, intentó mantener la calma. -No es asunto tuyo. Aléjate.

-Vamos, no seas así- replicó el hombre, acercándose peligrosamente.

En ese momento, Alexander apareció en el extremo de la calle. Al ver la escena, su cuerpo se tensó y una furia primitiva se encendió en sus ojos. Sin pensarlo dos veces, se lanzó hacia adelante, sus pasos resonando con una determinación inquebrantable.

-¡Aléjate de ella o acabo contigo, pedazo de imbécil!- La voz de Alexander, grave y amenazante, resonó como un trueno, llenando el aire con una promesa de violencia inminente.

El acosador, sorprendido por la súbita intervención, vaciló un momento antes de soltar una carcajada. -¿Y tú quién eres, su novio?

Alexander no respondió con palabras. En un movimiento rápido y preciso, lanzó un puñetazo directo al rostro del hombre, que cayó al suelo con un gruñido de dolor. La pelea se desató con una brutalidad que sorprendió a los pocos transeúntes que se detuvieron a observar. Los golpes de Alexander eran firmes y decididos, una furia contenida liberándose con cada impacto.

Sophie, aunque impresionada, se mantenía a una distancia prudente, sus ojos fijos en la escena. Sabía que Alexander no era un hombre violento por naturaleza, pero ver su determinación y fuerza en acción provocaba en ella una mezcla de admiración y una atracción fugaz que rápidamente trató de suprimir.

La pelea fue breve pero intensa. El acosador, no preparado para la furia de Alexander, pronto se encontró incapaz de seguir luchando. Con un último golpe, Alexander lo dejó tendido en el suelo, respirando pesadamente pero claramente derrotado.

-Si vuelves a acercarte a ella, no seré tan indulgente la próxima vez- advirtió Alexander, su voz aún cargada de furia contenida.

El hombre, con dificultad, se levantó y tambaleó antes de alejarse, murmurando amenazas bajo su aliento. Sophie se acercó a Alexander, su expresión tan fría como siempre, aunque sus ojos traicionaban una chispa de gratitud.

-Gracias- murmuró, su tono carente de la calidez que tal palabra usualmente conlleva.

-Sabes que no tienes que agradecerme- respondió Alexander, esbozando una sonrisa que aligeró la tensión del momento.

-Aún así, lo hago- replicó Sophie, una leve sonrisa asomando en sus labios. -No soy de las que agradecen con frecuencia.

-Lo sé- contestó Alexander, su sonrisa ampliándose. -Y creo que eso lo hace más especial.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, una pausa cargada de significados no dichos. La conexión entre ellos, siempre tensa y desafiante, parecía ahora teñida de un nuevo matiz, una comprensión tácita que no necesitaba palabras.

-¿Estás bien?- preguntó Alexander, su tono suave pero con una preocupación genuina.

-Estoy bien- respondió Sophie, asintiendo levemente. -Solo un poco sorprendida.

Alexander notó el destello en los ojos de Sophie, una mezcla de emociones que rara vez veía en ella. En ese instante, comprendió que, a pesar de su exterior frío, había una profundidad en Sophie que aún no había explorado por completo.

Sophie, por su parte, se encontraba reflexionando sobre la fuerza de Alexander, no solo física, sino también emocional. Había algo en su presencia, en su capacidad para protegerla sin esperar nada a cambio, que la conmovía más de lo que estaba dispuesta a admitir.

La noche cayó, y ambos se dirigieron a sus respectivos hogares, cada uno sumido en sus pensamientos. Sophie, mientras se preparaba para dormir, no pudo evitar recordar la voz de Alexander resonando con autoridad y protección. "Aléjate de ella o acabo contigo, pedazo de imbécil." Las palabras repetían en su mente, una y otra vez, como un eco que no podía ignorar.

Alexander, en su estudio, trataba de enfocar su atención en sus pinturas, pero su mente seguía regresando a la imagen de Sophie, su gratitud silenciosa y su fría pero sincera sonrisa. La pregunta persistente "¿Le gusto o me odia?" se transformaba lentamente, como un lienzo en proceso, cada día agregando nuevas capas y matices.

Al día siguiente, la rutina cotidiana se retomó, pero ambos sabían que algo había cambiado. La experiencia compartida, aunque violenta y caótica, había dejado una marca indeleble en su relación. No era amor, aún no aceptaban tal cosa, pero era algo más, una mezcla de admiración y respeto que comenzaba a tomar forma.

Sophie, en su caminata matutina, se encontró pensando en Alexander más de lo habitual. No podía evitarlo; su mente regresaba al momento en que lo había visto enfrentarse al acosador con una valentía y fuerza que la habían impresionado profundamente.

Alexander, mientras preparaba sus materiales de pintura, sentía una calma extraña. La pelea del día anterior había liberado algo en él, una energía que ahora canalizaba en su arte con una nueva intensidad. Su mente seguía divagando hacia Sophie, hacia su gratitud silenciosa y la chispa momentánea de atracción que había percibido en sus ojos.

El día transcurrió con una normalidad engañosa, cada uno en su propio mundo pero conectados por la experiencia compartida. La ciudad, con su ritmo incesante, continuaba adelante, pero para Sophie y Alexander, la dinámica había cambiado. La danza de desafío y respeto continuaba, pero ahora con una profundidad nueva, una conexión que no podían ignorar.

Esa noche, mientras Sophie se preparaba para dormir, se permitió un momento de reflexión. La imagen de Alexander, su fuerza y su determinación, seguían presentes en su mente. "¿Qué es lo que realmente siento por él?" La pregunta era incómoda, pero inevitable. No era amor, eso estaba claro, pero había algo, algo que no podía definir pero que sabía que era real.

Alexander, en su estudio, miraba sus pinturas con una mezcla de satisfacción y confusión. La imagen de Sophie, su fría gratitud y su momentánea atracción, seguían presentes en su mente. **"¿Le gusto o me odia?"** La pregunta seguía ahí, pero ahora con una nueva dimensión, una complejidad que empezaba a aceptar.

La noche avanzó, y ambos se sumieron en sus pensamientos, cada uno enfrentando sus propias emociones y reflexiones. La ciudad dormía, pero sus mentes seguían despiertas, navegando las aguas turbias de una relación que desafiaba todas las categorías. La historia de Sophie y Alexander continuaba tejiendo su complejo tapiz, cada hilo añadiendo profundidad y matiz a una conexión que, aunque enigmática, era profundamente real.






















....Oh...¿un rescate inevitable...o... predecible?...

¿Alguna vez te has sentido... «acosado» en la calle...? Cuéntame, en el triste caso de que justamente así sea. Pobres de los idiotas que no tienen las neuronas activadas. Lo peor es que ser acosado no es algo que tenga «género, edad y cuerpo» predeterminados... Esto, por más increíble que parezca, le puede pasar, desde a un/a niño/a pequeño/a, hasta a un/a señor/a mayor.

La Crítica del Arte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora