Capítulo 18.

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La vida, con su capacidad infinita para sorprender y devastar, decidió que era el momento de lanzar una sombra oscura sobre el mundo de Alexander. Todo comenzó con una llamada telefónica en medio de la noche, esa hora en que las noticias más tristes parecen más trágicas.

-Alexander, soy tu hermana- su voz temblaba al otro lado de la línea. -Es papá. Ha tenido un accidente.

El corazón de Alexander se detuvo por un momento. La palabra "accidente" resonaba en su mente con un eco aterrador. Se levantó de la cama de un salto, su cuerpo moviéndose por inercia mientras intentaba procesar la información.

-¿Dónde está? ¿Qué pasó?-

-Está en el hospital- su hermana apenas podía contener las lágrimas. -Es grave. Debes venir.

El viaje al hospital fue una nebulosa de pensamientos caóticos y miedo. Cada semáforo, cada cruce, parecía un obstáculo interminable en su camino hacia la verdad. Cuando finalmente llegó, la realidad golpeó con la fuerza de una tempestad.

Su padre, un hombre robusto y vital, yacía en una cama de hospital, rodeado de máquinas que emitían pitidos constantes. Su rostro, pálido y frágil, era casi irreconocible. Los médicos explicaron que había sufrido un grave accidente automovilístico, resultando en múltiples fracturas y una hemorragia interna.

-Está en coma- informó el médico principal. -Hemos hecho todo lo posible, pero ahora solo queda esperar.

La palabra "esperar" se sintió como una sentencia. Alexander se desplomó en una silla, incapaz de comprender cómo todo había cambiado tan drásticamente en cuestión de horas. Su hermana, a su lado, trató de mantenerse fuerte, pero las lágrimas corrían libremente por su rostro.

Las siguientes horas fueron una tortura silenciosa. Alexander no se movió de la habitación, observando el ascenso y descenso del pecho de su padre, aferrándose a la esperanza de que cada respiración lo acercara un poco más a despertar. Los recuerdos de su infancia pasaron por su mente como una película en blanco y negro: las lecciones de vida, los momentos de risa, las pequeñas disputas que ahora parecían insignificantes.

El día amaneció sin que Alexander se diera cuenta. Las luces fluorescentes del hospital mantenían la noche eterna en la habitación. Se levantó para estirarse y tomó una decisión: necesitaba salir, aunque fuera por unos momentos, para despejar su mente. Caminó por los pasillos del hospital, sintiendo la carga del cansancio y la angustia en cada paso.

Encontró una pequeña capilla en un rincón apartado del hospital. Se sentó en uno de los bancos de madera, el silencio del lugar le ofrecía un respiro del caos que sentía. No era un hombre particularmente religioso, pero en ese momento, buscaba cualquier consuelo que pudiera encontrar.

-Por favor- susurró al vacío. -Haz que se recupere. No estoy listo para perderlo.

El tiempo en la capilla le dio una extraña sensación de paz, aunque solo fuera momentánea. Regresó a la habitación de su padre con renovada determinación, decidido a estar allí para él, sin importar cuánto tiempo tomara.

Durante los días siguientes, la vida de Alexander se convirtió en una rutina de visitas al hospital, conversaciones con médicos y momentos de desesperación contenida. Sophie, aunque distante físicamente, se mantenía en contacto, ofreciendo su apoyo de la manera más comprensiva que podía. Aunque su relación era complicada, Alexander apreciaba profundamente su preocupación.

Una tarde, mientras estaba sentado junto a la cama de su padre, notó que sus dedos se movían ligeramente. Su corazón se aceleró con la esperanza de que fuera una señal de mejora. Llamó a una enfermera, quien confirmó que era una buena señal, pero que aún había un largo camino por recorrer.

Las semanas se convirtieron en un borrón de días y noches, con Alexander viviendo prácticamente en el hospital. La vida afuera continuaba, pero para él, todo estaba en suspenso. Sus amigos y colegas trataban de mantenerlo positivo, pero era difícil ver la luz en medio de tanta oscuridad.

Finalmente, un día, mientras Alexander le hablaba a su padre sobre su infancia, sintió una presión en su mano. Miró hacia abajo y vio que los ojos de su padre estaban ligeramente abiertos. Una mezcla de alivio y alegría inundó su ser.

-Papá, ¿puedes oírme?-

El parpadeo lento y el movimiento débil de su mano fueron la respuesta que Alexander había estado esperando. Llamó rápidamente a los médicos, quienes confirmaron que estaba despertando del coma. Era un pequeño milagro, y aunque la recuperación completa tomaría tiempo, había esperanza.

El proceso de recuperación fue largo y arduo, pero Alexander estaba allí en cada paso del camino. Los momentos de rehabilitación, las conversaciones difíciles, todo se convirtió en parte de su nueva realidad. Su padre, aunque más frágil, mantenía su espíritu luchador, y eso le daba fuerza a Alexander.

La experiencia había dejado una marca profunda en él. Las noches en vela, las lágrimas contenidas, y la incertidumbre habían forjado una nueva perspectiva en su vida. Aprendió a valorar cada momento, a apreciar las pequeñas cosas y a no dar nada por sentado.

Una tarde, mientras caminaba por el parque, observó a los niños jugar de nuevo, sus risas resonando en el aire. Esta vez, en lugar de nostalgia, sintió gratitud. La vida, con todas sus pruebas y tribulaciones, también ofrecía momentos de belleza y esperanza.

Decidió visitar a Sophie. Sentía la necesidad de compartir con ella lo que había pasado, de abrirse sobre el impacto que había tenido en él. Cuando llegó a su apartamento, ella lo recibió con una mezcla de sorpresa y calidez.

-¿Qué ha pasado?- preguntó, notando la intensidad en sus ojos.

Alexander respiró profundamente y comenzó a relatar la historia. Cada detalle, cada emoción, cada momento de incertidumbre. Sophie escuchó en silencio, su expresión suavizándose a medida que él continuaba.

Al finalizar, hubo un momento de silencio cargado de significado. Sophie, en un gesto raro para ella, extendió su mano y la colocó sobre la de Alexander. -Lo siento mucho, Alexander. Debe haber sido muy difícil para ti.

-Lo fue, pero estoy agradecido por cada momento que he tenido desde que despertó. Me ha enseñado a valorar lo que realmente importa.

Los ojos de Sophie mostraron una comprensión profunda. Ambos sabían que algo había cambiado en Alexander, y quizás también en su relación. La tragedia había abierto una nueva dimensión de su conexión, una que no habían anticipado.

El destino, con su impredecible mano, había lanzado una prueba que Alexander había superado. Y aunque la vida seguía siendo un enigma, él estaba listo para enfrentarlo con una nueva perspectiva, fortalecido por el amor y el apoyo de aquellos a su alrededor.
















Espero que ninguna de tus personas más queridas, o tú, tengan que pasar por una situación así o peor.... En este caso el padre de personaje masculino principal se salvó de el oscuro túnel hacia el más allá. Pero no todos corren con esa «suerte» ¿No crees?

La Crítica del Arte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora