El destino, caprichoso e imprevisible, tejió sus hilos de manera que Alexander se encontró ante la puerta de Sophie una tarde gris. Ella había olvidado unas pertenencias en la galería, y él, sintiéndose extrañamente responsable, decidió llevárselas. No estaba en sus planes, pero algo en la perspectiva de verla nuevamente lo había impulsado a tomar su motocicleta y conducir hasta allí.
Cuando Sophie abrió la puerta, su mirada era una mezcla de sorpresa y desdén, una combinación que él había llegado a encontrar fascinante.
-¿Qué haces aquí?- preguntó, cruzando los brazos sobre su pecho.
Alexander levantó una ceja, sosteniendo la bolsa con sus cosas. -Te olvidaste esto en la galería. Pensé que te gustaría tenerlo de vuelta.
Ella tomó la bolsa, sus dedos rozando los de él en un breve contacto que envió un inesperado escalofrío por su columna.
-Supongo que debo agradecerte- murmuró, más por cortesía que por verdadero agradecimiento.
-No es necesario. Solo quería asegurarme de que lo tuvieras.
Alexander se dio la vuelta para irse, pero una tormenta comenzaba a desatarse afuera, la lluvia caía en cortinas gruesas, oscureciendo el cielo. Sophie, con un suspiro resignado, lo invitó a pasar para esperar a que la tormenta amainara.
El interior del apartamento de Sophie era un reflejo de ella: elegante, minimalista, con un toque de arte en cada rincón. Alexander se sintió fuera de lugar, pero no incómodo. Había algo en ese espacio que lo atraía, tal vez era la esencia de Sophie impregnada en cada objeto.
-Puedes sentarte- indicó Sophie, señalando el sofá. -Voy a preparar algo de té.
Mientras ella desaparecía en la cocina, Alexander dejó caer su mirada sobre el escritorio en el rincón de la sala. Un montón de papeles estaba desordenado, y uno de ellos, ligeramente doblado, captó su atención. La curiosidad, siempre su compañera, lo llevó a acercarse.
Sus ojos se deslizaron por las palabras escritas a mano, y pronto, se dio cuenta de que estaba leyendo una escena erótica, explícitamente detallada. Su corazón se aceleró cuando comprendió que el hombre descrito, con una precisión inquietante, era él. Continuó leyendo, cautivado y aturdido por la intensidad de las fantasías de Sophie.
El sonido de pasos lo hizo retroceder rápidamente, colocando el papel de vuelta en su lugar. Sophie regresó con una bandeja de té, sin percatarse de su momentánea invasión de privacidad.
-Aquí tienes- señaló, colocando la bandeja sobre la mesa.
Alexander tomó una taza, intentando mantener la compostura mientras su mente seguía procesando lo que había leído. La conversación que siguió fue superficial, ambos evitando mencionar cualquier cosa que pudiera delatar la tensión creciente.
Cuando finalmente la tormenta pasó, Alexander se despidió y salió a la noche húmeda. Montó su motocicleta y condujo de regreso a su hogar, el viento y la lluvia lo acompañaban, pero sus pensamientos estaban en Sophie y en sus escritos.
Al llegar a su apartamento, se dejó caer en el sofá, repasando mentalmente cada palabra que había leído. La revelación de los deseos ocultos de Sophie lo había dejado atónito, pero también despertaba algo dentro de él. Se dio cuenta, con una claridad dolorosa, de que estaba profundamente atraído por ella, no solo por su belleza, sino por la complejidad de su mente y su espíritu.
-Es un enigma- murmuró para sí mismo. -Un rompecabezas que quiero resolver, pero no puedo apresurarla.
Decidió que no haría nada al respecto por el momento. Sophie necesitaba tiempo para ordenar sus pensamientos, y él respetaría eso. La paciencia, aunque difícil, era su mejor aliada en este juego de emociones.
Se levantó y se dirigió al estudio, donde tomó un cuaderno y comenzó a dibujar. Las líneas y sombras se convirtieron en un retrato de Sophie, pero esta vez, no era solo su rostro el que capturaba; era la esencia de su alma, esa parte de ella que él había vislumbrado en sus escritos.
Horas más tarde, se recostó en su cama, el dibujo junto a él. Sus pensamientos eran un torbellino, pero en el centro de ese caos, una certeza emergía: Sophie significaba más para él de lo que estaba dispuesto a admitir. Pero también sabía que ella debía ser quien tomara el siguiente paso.
La noche avanzó y Alexander finalmente se quedó dormido, su mente llena de imágenes y palabras. El destino, con su ironía característica, había jugado su carta. Ahora, quedaba esperar y ver cómo Sophie manejaría la revelación de sus propios deseos.
El amanecer llegó sin ser notado, y cuando Alexander despertó, sintió una extraña calma. La certeza de sus sentimientos le daba una nueva perspectiva, una fortaleza que no había sentido antes. Se levantó y se preparó para enfrentar el día, sabiendo que la espera, aunque difícil, sería recompensada. La conexión entre ellos, aunque todavía frágil, era una promesa de algo más, algo que valía la pena esperar.
¿Qué opinas al respecto...?
¿Debió, el protagonista masculino, hacer una escena revelando que había leído los escritos... "fantasiosos" de la protagonista femenina?
¿O, por otro lado, estás de acuerdo con "dejar las cosas caer por su propio peso"...?
Cuéntame, será un placer leer tu opinión.
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La Crítica del Arte.
Любовные романы"La Crítica del Arte" Un artista y un crítico de arte se desprecian públicamente, pero cuando él le pide a ella ayuda para exponer su obra en una galería importante, se ven envueltos en una complicada relación que va más allá de la profesionali...