Capítulo 15.

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El café de siempre, un rincón acogedor donde los aromas del café recién molido se mezclaban con el suave murmullo de conversaciones y el tintineo de tazas. Sophie llegó primero, eligiendo una mesa junto a la ventana que ofrecía una vista panorámica de la calle bulliciosa. Pidió un cappuccino, esperando la llegada de su amiga.

Poco después, la puerta se abrió y su amiga, con una sonrisa radiante y una energía contagiosa, se unió a ella.

-¡Sophie!- exclamó mientras se sentaba. -Es tan bueno verte. ¿Cómo has estado?

Sophie tomó un sorbo de su cappuccino, pensando en cómo empezar.

-He estado... confundida- respondió finalmente, sus ojos fijos en la taza.

Su amiga la observó con una mezcla de curiosidad y preocupación.

-¿Tiene que ver con Alexander?

Sophie asintió, sintiendo el peso de sus pensamientos. -Nos encontramos en una joyería, y desde entonces no he podido dejar de pensar en él.

-Eso suena... intrigante. ¿Qué pasó exactamente?

-Fue un encuentro casual, pero la forma en que nos miramos, las cosas que no dijimos... todo me dejó pensando. Y luego, esa noche, tuve un sueño. Fue tan real, tan intenso, que me desperté confundida y... excitada.

La amiga levantó una ceja, interesada. -Cuéntame más sobre ese sueño.

Sophie se sonrojó ligeramente, pero decidió ser honesta. -En el sueño, estábamos juntos, pero no como rivales. Era todo lo contrario. Había una conexión profunda, una pasión que nunca había sentido antes. Cuando me desperté, me di cuenta de que tal vez siento algo por él, pero no estoy segura de qué hacer con esos sentimientos.

La amiga sonrió suavemente. -Es natural sentirse confundida. A veces, nuestros sueños revelan deseos que no queremos admitir. Tal vez lo que sientes por Alexander va más allá de la rivalidad.

-No quiero admitirlo. No puedo permitirme sentir algo por él. Sería una distracción, una complicación innecesaria en mi vida- replicó Sophie, su voz cargada de determinación.

-¿Y por qué piensas que sería una complicación?- preguntó su amiga, con una mirada inquisitiva.

-Porque... él es tan diferente a mí. En la forma en que ve el mundo, en cómo se expresa. Además, mi vida está perfectamente ordenada sin estos sentimientos complicados.

-A veces, esas diferencias son las que nos complementan. Y sobre el orden, el amor tiene una forma de desordenarlo todo, pero también de hacer que valga la pena.

Sophie suspiró, sintiendo cómo sus palabras resonaban en ella. -Sé que tienes razón, pero aceptarlo es otra cosa.

La amiga tomó su mano, apretándola suavemente. -Sophie, no estás sola en esto. Tienes que permitirte sentir, aunque sea solo un poco. No tienes que decidir nada ahora, pero deja que las emociones fluyan. A veces, eso es todo lo que necesitamos para encontrar claridad.

-Lo intentaré- respondió Sophie, su voz un susurro. -Gracias por estar aquí y escucharme.

-Siempre, Sophie. Siempre- respondió su amiga, sonriendo.

La conversación giró hacia otros temas, pero la presencia de Alexander seguía siendo un trasfondo constante en los pensamientos de Sophie. Mientras su amiga hablaba sobre su último viaje, Sophie se encontró mirando por la ventana, sus pensamientos vagando hacia Alexander y el enigma que representaba en su vida.

De regreso a su estudio, las palabras de su amiga resonaban en su mente. Se sentó frente a su escritorio, tomando su pluma con determinación. Esta vez, en lugar de escribir sobre sus sentimientos, decidió plasmar la confusión y la belleza de ese enigma en un relato.

-En un rincón apartado de su mente, la duda se deslizó como una sombra, siempre presente, siempre inquietante. La pasión y la razón luchaban en un campo de batalla invisible, mientras la figura de él aparecía y desaparecía como un espectro en la neblina.

Cada palabra, cada frase era una liberación, una exploración de sus propios sentimientos a través de la lente del arte. Sophie permitió que las palabras fluyeran, sin restricciones, sin miedo a lo que podrían revelar.

-La joyería era un santuario de luz y sombra, donde las joyas brillaban como estrellas en un firmamento de cristal. Sus miradas se encontraron, y en ese momento, el tiempo se detuvo. La verdad no dicha se reflejaba en sus ojos, una conexión que desafiaba la lógica y la razón.

Las páginas se llenaron rápidamente, cada línea un reflejo de la tormenta emocional que sentía. Al terminar, se recostó en su silla, mirando las palabras que había escrito. No era una solución, pero era un comienzo.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Sophie se permitió un momento de introspección. La charla con su amiga le había dado una nueva perspectiva, una comprensión de que tal vez, solo tal vez, los sentimientos que tenía por Alexander no eran una debilidad, sino una fortaleza.

Cerró los ojos, dejándose llevar por el suave arrullo de la noche. En sus sueños, Alexander estaba allí, pero esta vez, en lugar de ser un enigma, era una presencia reconfortante, una parte de su vida que comenzaba a aceptar, paso a paso, día a día.

La Crítica del Arte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora