Capítulo 20.

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El día de la segunda cita llegó con una brisa fresca y un cielo despejado. Alexander y Sophie se encontraron frente al cine, una estructura antigua que rezumaba encanto y nostalgia. La marquesina brillaba con el título de la película que habían elegido ver, una obra de cine clásico que ambos habían coincidido en amar.

-Espero que disfrutes la película- comentó Alexander, su tono casual pero cargado de una expectación que no podía ocultar.

-Estoy segura de que lo haré. Este tipo de películas siempre me han fascinado-

Entraron al cine y tomaron asiento en la penumbra de la sala. La pantalla pronto cobró vida, proyectando escenas de tiempos pasados, y ambos se sumergieron en la historia. Aunque estaban juntos, mantenían una cierta distancia, respetando la naturaleza reservada de su relación.

A lo largo de la película, hubo momentos en que sus manos se rozaron al intentar alcanzar las palomitas de maíz al mismo tiempo. Cada contacto accidental enviaba una chispa de electricidad a través de sus cuerpos, un recordatorio silencioso de la creciente conexión entre ellos. Sin embargo, ninguno de los dos hizo un movimiento consciente para acortar esa distancia, conscientes de que su relación todavía estaba en una fase delicada.

Cuando la película terminó, salieron del cine y se dirigieron al museo, un lugar que prometía alimentar sus mentes curiosas y artísticas. El museo estaba lleno de exhibiciones fascinantes, desde arte clásico hasta instalaciones contemporáneas.

-Este lugar es increíble- comentó Sophie mientras observaba una escultura abstracta.

-Es uno de mis lugares favoritos en la ciudad. Siempre encuentro algo nuevo cada vez que vengo-

Pasaron horas recorriendo las salas, deteniéndose a discutir las piezas que les llamaban la atención. Sus conversaciones eran profundas y reflexivas, revelando aspectos de sus personalidades que no habían tenido la oportunidad de compartir antes.

-¿Qué piensas de esta pintura?- preguntó Alexander mientras se detenía frente a un lienzo de colores vibrantes.

-Es intrigante. La forma en que el artista juega con la luz y las sombras es fascinante. Muestra una gran comprensión de la dualidad de la naturaleza humana.

Alexander asintió, admirando la aguda observación de Sophie. Había algo en su manera de ver el mundo que lo atraía poderosamente, una mezcla de inteligencia y sensibilidad que rara vez encontraba en las personas.

Tras su recorrido por el museo, decidieron dirigirse al parque cercano, un lugar sereno donde podían relajarse y disfrutar del aire libre. Se sentaron en un banco bajo la sombra de un árbol, observando a las personas que paseaban y a los niños que jugaban.

-Es un día hermoso- comentó Sophie, cerrando los ojos momentáneamente y permitiendo que el sol calentara su piel.

-Sí, lo es. Perfecto para dibujar

Alexander sacó su cuaderno de bocetos y lápices de su mochila. Había traído sus herramientas con la esperanza de capturar algún momento especial del día, y sabía que este era el momento perfecto.

-¿Te gustaría que te dibujara?-

Sophie lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y curiosidad. -Nunca he sido buena posando, pero... ¿por qué no?-

Se acomodó en una posición relajada, su perfil acentuado por la luz del sol que se filtraba a través de las hojas del árbol. Alexander comenzó a trazar líneas en el papel, concentrado en capturar la esencia de Sophie. Cada trazo era un intento de revelar la belleza sutil y la fuerza interior que tanto admiraba en ella.

-Eres increíblemente talentoso, Alexander. Cada vez que te veo trabajar, me asombra la pasión que pones en tu arte-

-El arte es una extensión de mi alma. Y hoy, mi inspiración eres tú-

El tiempo pasó volando mientras Alexander trabajaba en su dibujo, cada línea y sombra tomando forma con una precisión cuidadosa. Sophie observaba con interés, fascinada por la forma en que Alexander transformaba un simple papel en una obra de arte.

Finalmente, Alexander se detuvo y levantó el cuaderno para mostrarle el resultado. El retrato era impresionante, capturando no solo la apariencia de Sophie, sino también una profundidad emocional que solo Alexander podía ver.

-Es hermoso- susurró Sophie, sus ojos brillando con una mezcla de gratitud y aprecio. -Nunca me había visto de esta manera.

-Así es como te veo yo. Fuerte, elegante, y llena de una belleza que va más allá de lo superficial.

Las palabras de Alexander resonaron en el aire, creando un momento de conexión profunda entre ellos. Aunque ambos eran naturalmente reservados y fríos en su exterior, en ese instante se permitieron ser vulnerables el uno con el otro.

El sol comenzó a descender en el horizonte, pintando el cielo con tonos de naranja y rosa. Decidieron regresar, caminando juntos por las calles mientras el crepúsculo envolvía la ciudad. La conversación fluía con una naturalidad que ambos encontraban reconfortante, como si se hubieran conocido toda la vida.

-Gracias por este día, Alexander. Ha sido... especial.

-Lo ha sido. Espero que podamos tener muchos más días así.

-Quizás sí, quizás no. El futuro es incierto, pero estoy dispuesta a descubrirlo contigo-

Al llegar a la puerta de la casa de Sophie, se detuvieron, ambos conscientes de que el día había llegado a su fin pero sin querer despedirse. La proximidad de la noche y la intimidad del momento los llevó a un nuevo nivel de entendimiento y aceptación.

-Sophie, ha sido un día increíble. Gracias por compartirlo conmigo.

-Gracias a ti, Alexander. Por todo.

Se miraron por un largo momento, un silencio lleno de promesas y posibilidades. Finalmente, con un gesto tímido pero cargado de significado, Sophie se inclinó y le dio un beso en la mejilla.

-Buenas noches, Alexander.

-Buenas noches, Sophie.

La observó entrar en su casa, y luego comenzó a caminar hacia su propia, el corazón latiendo con fuerza. Sabía que algo significativo había cambiado entre ellos, algo que no podía ser deshecho.

De vuelta en su hogar, Alexander se sentó en su estudio, observando el retrato de Sophie. Cada línea y sombra le recordaban el día que habían pasado juntos, y sentía una esperanza renovada por el futuro.

Mientras tanto, Sophie se sentó en su habitación, mirando el retrato que Alexander había dibujado. Una sonrisa pequeña pero sincera se formó en sus labios, y por primera vez en mucho tiempo, permitió que un rayo de optimismo penetrara su fría fachada.

El destino, con su caprichosa naturaleza, había unido a dos almas complejas y reservadas. Y aunque el camino por delante estaba lleno de incertidumbres, ambos estaban dispuestos a enfrentarlo juntos, un paso a la vez.





















¡Realmente adoro a esta pareja enamorada! Cuando el amor nos muestra su mejor lado todo es maravilloso ante nosotros, lástima que en muchas personas se mantiene de forma efímera. Espero que para ellos no...

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