Capítulo 25.

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El día amaneció con una suave bruma que cubría la ciudad, dándole un aire misterioso y etéreo. Sophie y Alexander decidieron pasar la mañana en su café favorito, un pequeño y acogedor rincón del barrio que se había convertido en su refugio personal. Mientras caminaban por las calles adoquinadas, Sophie sintió una leve presión en la sien, pero la desechó rápidamente, atribuyéndola a la falta de sueño.

-¿Qué te apetece hoy?- preguntó Alexander, su voz llena de entusiasmo mientras abría la puerta del café para que Sophie pasara.

-Algo ligero, quizás un croissant y un cappuccino- respondió Sophie, forzando una sonrisa mientras una punzada de dolor le atravesaba la cabeza.

Se sentaron en su mesa habitual junto a la ventana, observando cómo la vida cotidiana de la ciudad transcurría a su alrededor. El aroma del café recién hecho llenaba el aire, creando un ambiente reconfortante. Sophie se llevó una mano a la nariz, sintiendo algo húmedo. Al mirarla, vio una pequeña mancha de sangre en sus dedos. Disimuladamente, tomó una servilleta y limpió la sangre, esperando que Alexander no lo notara.

-¿Todo bien?- preguntó Alexander, notando una leve palidez en el rostro de Sophie.

-Sí, solo un poco cansada- respondió Sophie, tratando de sonar despreocupada. -Nada que una buena taza de café no pueda solucionar.

Mientras disfrutaban de su desayuno, Sophie no podía evitar sentir una creciente inquietud. Los dolores de cabeza habían sido más frecuentes últimamente, y esta no era la primera vez que notaba sangre en su nariz. Sin embargo, su naturaleza orgullosa y reservada le impedía compartir estas preocupaciones con Alexander. No quería preocuparlo innecesariamente, y además, siempre había sido alguien que enfrentaba sus problemas sola.

Después del café, decidieron dar un paseo por el parque cercano. El aire fresco y el sonido de las hojas crujientes bajo sus pies creaban un ambiente casi irreal. Alexander estaba entusiasmado hablando de su próximo proyecto, una serie de pinturas inspiradas en sus viajes juntos.

-Estoy pensando en hacer una exposición de nuestros momentos favoritos- comentó Alexander, su rostro iluminado por la pasión. -Quiero capturar cada detalle, cada emoción.

-Suena maravilloso- respondió Sophie, sintiendo una nueva punzada en la cabeza. -Seguro que será un éxito.

Mientras caminaban, Sophie trató de mantener su mente alejada del dolor, enfocándose en la conversación y en la belleza del parque. Pero cada paso parecía aumentar la intensidad del dolor. Sin embargo, se obligó a seguir sonriendo, a seguir actuando como si todo estuviera bien.

La tarde transcurrió en una mezcla de risas y planes futuros. Visitaron una galería de arte local, donde Alexander buscaba inspiración para su nueva serie. Sophie, a pesar del dolor constante, se maravilló con las obras expuestas, permitiéndose olvidar momentáneamente sus preocupaciones.

-Mira esta pieza- señaló Alexander una pintura abstracta llena de colores vibrantes. -Me recuerda a nuestro viaje a la costa.

Sophie asintió, admirando la obra. Pero justo en ese momento, una nueva oleada de dolor la golpeó, haciéndola tambalearse ligeramente. Se apoyó en Alexander, fingiendo que solo estaba contemplando la pintura más de cerca.

-Quizás deberíamos descansar un poco- sugirió Alexander, notando su malestar. -Podemos ir a casa y relajarnos.

-Eso suena bien- respondió Sophie, tratando de ocultar su alivio. -Un poco de descanso me vendrá bien.

De vuelta en el apartamento, Sophie se dejó caer en el sofá, cerrando los ojos en un intento de aliviar el dolor. Alexander preparó té y se sentó a su lado, observándola con preocupación.

-¿Estás segura de que no quieres ver a un médico?- preguntó, su voz cargada de ternura y preocupación.

-Estoy segura- respondió Sophie, abriendo los ojos y sonriendo. -Solo necesito descansar un poco. Todo estará bien.

Pero mientras el día llegaba a su fin, Sophie no podía ignorar la creciente sensación de inquietud. Los síntomas que estaba experimentando no eran normales, y lo sabía. Sin embargo, su obstinación y su deseo de no preocupar a Alexander la mantenían en silencio.

Esa noche, mientras Alexander dormía plácidamente a su lado, Sophie se levantó y se dirigió al baño. Se miró en el espejo, observando su reflejo. Su rostro parecía más pálido de lo habitual, y las sombras bajo sus ojos eran más pronunciadas. Se llevó una mano a la nariz, sintiendo nuevamente la humedad de la sangre.

-Esto no puede seguir así- murmuró para sí misma, limpiándose la sangre con un pañuelo. -Pero aún no estoy lista para enfrentar lo que sea que esto signifique.

Regresó a la cama, tratando de calmar su mente y su cuerpo. Se acurrucó junto a Alexander, buscando consuelo en su presencia. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentar la realidad, pero por ahora, solo quería disfrutar de los momentos de tranquilidad y felicidad que compartían.

Los días siguientes transcurrieron de manera similar, con Sophie enfrentando sus dolores y síntomas en silencio. Cada vez que sentía una punzada de dolor o notaba sangre en su nariz, se recordaba a sí misma que debía ser fuerte. No quería que Alexander se preocupara ni que su relación se viera afectada por su condición.

Un fin de semana, decidieron hacer una escapada a la casa de campo de la familia de Alexander. Era un lugar aislado y tranquilo, perfecto para desconectar y relajarse. El viaje en coche fue tranquilo, con ambos disfrutando de la música y la conversación.

-Este lugar es increíble- comentó Sophie cuando llegaron, admirando el paisaje. -Justo lo que necesitábamos.

-Sí, aquí podemos olvidarnos de todo y simplemente disfrutar- respondió Alexander, tomando su mano y guiándola hacia la casa.

La casa de campo era acogedora, con una chimenea en el salón y grandes ventanales que ofrecían vistas panorámicas del entorno. Pasaron el fin de semana explorando los alrededores, paseando por los bosques y disfrutando de la compañía mutua.

Una tarde, mientras caminaban por un sendero cercano, Sophie sintió una oleada de mareo. Se detuvo un momento, apoyándose en un árbol para recuperar el equilibrio. Alexander, notando su malestar, se acercó rápidamente.

-¿Estás bien?- preguntó, su voz llena de preocupación.

-Solo un poco mareada- respondió Sophie, esforzándose por sonreír. -Nada grave.

-Quizás deberíamos regresar a la casa y descansar- sugirió Alexander, su tono firme pero comprensivo.

De vuelta en la casa, Sophie se recostó en el sofá mientras Alexander preparaba algo de comer. El fuego en la chimenea crepitaba suavemente, creando un ambiente cálido y relajante. Sophie cerró los ojos, tratando de concentrarse en la tranquilidad del momento y no en el dolor persistente en su cabeza.

Esa noche, mientras miraban las estrellas desde la terraza, Sophie no pudo evitar sentirse agradecida por tener a Alexander a su lado. Su amor y apoyo eran inquebrantables, y eso le daba la fuerza para seguir adelante.

-Gracias por todo- susurró Sophie, su voz suave pero llena de sinceridad.

-Siempre estaré aquí para ti- respondió Alexander, abrazándola con ternura. -No importa lo que pase.

El fin de semana en la casa de campo les dio el respiro que necesitaban, pero al regresar a la ciudad, Sophie no podía ignorar la gravedad de sus síntomas. Sabía que no podía seguir ignorando su salud, pero también temía lo que podría descubrir. Por ahora, se concentraría en los momentos felices y en el amor que compartía con Alexander, esperando que el destino les diera más tiempo juntos antes de enfrentar la verdad.

La Crítica del Arte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora