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Shadow caminaba alrededor de la silla, su vista fija en su presa. La chica desnuda y magullada sentada en la silla lo miraba con un profundo, sus orbes cafés totalmente opacadas por sus indecifrables pensamientos.

— Asi que...— comenzó el hombre acercándose a ella hasta que sus narices rozaron y sus labios se movían sobre los de ella al hablar— ¿Aún esperas que tu noviecito juegue de príncipe azul y te rescate?

La chica le mordió el labio con fuerza y él se jactó con una sonrisa mientras limpiaba la sangre que emanaba de la herida con la punta de su lengua, causándole un estremecimiento de

—Eres repugnante— le escupió con furia, sus ojos resplandeciendo como fuego.

—No, no, querida Valerie— replicó con voz aterciopelada, como si le estuviera hablando a una niña pequeña—. Te estoy haciendo un favor. Le estoy haciendo un favor a todos. Los estoy liberando de sus horribles crímenes, de sus pecados.

La chica no pudo evitar que sus ojos se alegaran de lágrimas, su fortaleza quebrándose poco a poco. Lo sabía, lo presentía, sus cinco sentidos se lo gritaban: de ésta no saldría viva. Y lo único que lograría ver antes de morir serían aquellas tormentosas orbes grisáceas.

—¿Cual crimen, Shadow?— murmuró, lágrimas recorriendo sus mejillas y perdiéndose por la curvatura de su cuello— ¿Yo qué te he hecho? ¿William que te ha hecho alguna vez?

El semblante de Andy pasó de burlesco a uno serio, intimidante. Se acerco a ella y la tomó de sus cabellos, jalando su cabeza para que quedaran cara a cara y haciendo que soltara un leve gemido.

—No te hagas la mosquita muerta conmigo, pequeña zorra— escupió con rabia, su gruesa voz retumbando como un trueno. Valerie lo miro fijamente, desafiante, pero las lágrimas aún resbalando por su rostro—. Yo no lo olvido, Valerie Nolan. No olvido cómo menospreciabas a los que eran inferiores a ti, sólo por ser diferentes. Cómo le hiciste la vida imposible a alguien tan inocente, tan pura, sólo por pura diversión. Eres despreciable.

Valerie cayó en cuenta mientras el chico hablaba, las memorias pasando por su cabeza como fotogramas.

— Así que... eres tú...— murmuró con terror y entendimiento filtrándose en sus palabras.

Andy mostró una sonrisa tenebrosa, mostrando su perfecta dentadura, haciendo que una parte de Valerie quisiera gritar con todas sus fuerzas.

—Así es— confirmó con una sutil voz, buscando en su bolsillo trasero la cuerda con que la había amarrado a la chica—. Es una lástima, creí que me reconocerías al instante. Pero supongo que así es la vida de las personas invisibles, que pasan desapercibidos. Somos simples sombras que se desvanecerán con la luz, pero siempre estaremos allí, esperando el día del Juicio Final. Y ha llegado tu hora, Valerie Nolan.

Se acercó una vez más a la chica y le dio un casto beso en la mejilla antes de susurrar en su oído, las últimas palabras que podría escuchar.

—Nos vemos en el infierno.

Y jaló de la cuerda.

El cuerpo rebotó de la silla y quedó suspendido. Un grito de horror puro abandonó los labios de la chica, mientras que la cuerda se apretaba más y más contra su piel. Su cara empezó a tornarse roja con cada segundo y su cuerpo producía pequeñas convulsiones. Hasta que luego de unos minutos, se quedó quieto, sus orbes marrones tornadas rojas por la sangre, y su boca adornada con un hillillo de líquido rojo.

Estaba muerta.

Andy cortó la cuerda con su fiel Bowie y el cuerpo cayó con un seco sonido, como una muñeca de trapo a quien le hubieran cortado los hilos. Abrió la puerta de la habitación y dejó que sus dos guardianes, Robin y Malcom, entraran a la habitación.

—Tiren el cuerpo junto con el de Stevson en un lugar transitado. Dejen que nuestro amigo el detective Broom los encuentre.

—¿Señor? El señor Aiden nos dio ordenes de no volver a dejar expuestos más cuerpos...

—¿Quién es tu jefe, Robin, el señor Aiden o yo?— preguntó observándolo con una ceja alzada—Sólo hagan lo que yo les ordene.

Y sin mirar atrás se retiró de la pequeña habitación.

- - -

El alba se alzaba perezosamente detrás de la gran mansión. Andy sobó sus sienes con las yemas de sus dedos mientras que con la otra intentaba encajar las llaves en la cerradura. Al entrar, un silencio sepulcral le dio la bienvenida, el salón era oscuro de por sí, con las cortinas cerradas y pequeños rayos de sol escapándose de ellas. Avanzo hacia uno de los laterales de la grab escalera, inyernandose en uno de los pasillos. Abrió la puerta, encontrándose con Ammitt completamente dormida. Cerró la puerta y se dirigió hacia su habitación.

Entró en ella y cerró con seguro la puerta y, con largos pasos se dirigió a la cama, quedandose por unos momentos estático. Reconoció a la pequeña figura encorvada en uno de los lados de la cama, su cabellera platinada sapilcando la almohada.

A veces, Andy simplemente necesitaba esto: contemplar a su pequeño Ángel entre las tinieblas. Saber que estaba allí, a su entera disposición.

Se sentó en la cama y quitó sus botas y calcetines, para luego quitarse la chaqueta y colocarla en uno de los soportes de la cama, sacó su Luger y reviso que estuviera cargada y con seguro para luego esconderla bajo la funda de su almohada.

Finalmente, se recostó con un pesado suspiro cansado, desordenado su largo cabello y colocarse de medio lado.

—Sé que estas despierta— susurró con voz cansada.

Lentamente, la rubia se dio la vuelta, tallando sus ojos con el dorso de la mano y sujetando con firmeza la manta

—¿Quieres hablar?— propuso, acercándose sigilosamente hasta Moira.

La chica simplemente dio una seca cabezada. En sus tristes ojos grises no había miedo, o terror. Sólo vacío. Un vacío que Andy conocía bien.

—¿De dónde eres?

No es que necesitara que le dijera: ya él se había encargado de buscar todo acerca de ella. Podía afirmar que la conocía más que ella misma. Sin embargo, habían cosas que en verdad le intrigaban a Andy, pequeños eslavones perdidos en la información.

Ángel se le quedo observando por un largo rato hasta soltar un suspiro.

—Nací en Alemania, pero pasé la mayor parte de mi infancia en Kenilworth.

Su voz era diferente a lo que él creía que sería: era elegante y baja, como una sombría melodía. Andy asintió, frunciendo el ceño.

—¿Tienes hermanos?

Por un momento, cerró con fuerza los ojos y apretó sus agrietados labios en una línea, como si sus palabras hubieran causado un dolor incalculable.

—Tenía. Murió cuando era una niña.

No quiso hindagar en el tema.

—Eres músico, ¿cierto? El doctor Watson dijo algo que tu música era... Sublime.

Eso hizo que Ángel saliera de su ensoñación, un brillo de anhelo salpicando sus ojos.

—Si. Toco... Tocaba el violonchelo.

—¿Cómo era?

—¿El qué?

—Tocar.

Tomó un momento para que respondiera, su voz murmuraba como si estuviera en un sueño.

—Es como... Tener el mundo en mis manos. Mi mundo. Al tocar, se siente como si un hueco en mi interior se completara. Como si me dieran una nueva voz, donde puedo alzarla y no ser atacada. Es lo que me mantiene cuerda. Es lo que le da sentido a todo... —su voz se fue apagando poco a poco y sus párpados se cerraban—¿Tiene sentido?

Andy contempló cómo su ángel se hundía en el mundo de los sueños para musitar un suave:

—Si. Si lo tiene

n/a: Décadas sin publicar y LO SIENTO POR ELLO. Pero acabo de terminar una fic, así que estaré más disponible para esta :D


The ShadowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora