VI

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VI

Soñando, sólo estoy soñando...

Un fuerte dolor en sus sienes hizo que Moira inspirara fuertemente, reuniendo bocanadas de aire. Respirando. Volviendo a la vida.

Miles de sonidos rechinana en su cabeza: voces dándo órdenes, pitidos incesantes. Aquella voz gruesa y oscura que trasmitía escalofríos en toda su espina dorsal. Aquella voz que no salía de su cabeza. Su cerebro es como un pequeño reloj oxidado, cada engranaje rechinando y colisionando, obligandola a funcionar. El aroma putrefacto se había ido, y ahora lo reemplazaba un olor de colonia varonil. No quería abrir los ojos, no quería salir de su ensoñación. Pero debía, ya era hora.

Lentamente abre los ojos, pestañeando y ajustándose a la sombría iluminación. Esa no era su habitación. Era diferente. Más elegante. Las paredes, el suelo y los muebles hechos de caoba fina y grandes ventanales que reflejaban la luz de la luna. La cama era blanda y suave, una kingsize. Lo más extraño fué encontrarse entubada a varios cables y tubos en su antebrazo y su estómago. Alguien en realidad se había ocupado de ella.

¿Por qué?

El carraspeo de un hombre la sobresaltó de repente, pero al darse cuenta de quién era, quedó inmóvil.

— Buenos días, ángel. — saludó el chico formando una perfecta sonrisa en sus labios, que no llegó a sus fríos y calculadores ojos.

¿Ángel?

Contiene la respiración mientras el extraño se sienta a uno de los costados de la cama. Iba vestido de una camiseta fina que dejaba al descubierto la hilera de tatuajes que se extendía por sus brazos

— Tranquila, mi ángel. No te haré daño. No aún— comentó mientras jugeteaba con sus dedos. Moira quería decir lo que sea, cualquier cosa. Pero su voz no salía. Parecía haberse quedado completamente muda de un momento a otro.— Soy Andy, por cierto.

Alzó educadamente su mano, y Moira dudo por unos momentos hasta pensó que debía estrecharla. Probó sus articulaciones, y débilmente tomó la mano de Andy y la estrechó. Sus manos eran frías, tan frías como el mármol, que Moira dió un respingo.

— Oh eso... No te preocupes, siempre son así de frías. Te acostumbrarás.

Frío, tan frío...

Moira volvió a dar un asentimiento antes de retirar su mano y posarla en su regazo.

—¿Cuál es tu nombre, ángel?— preguntó Shadow de nuevo, tratando de sonar amigable. Pero la chica seguía totalmente muda ante su imponente presencia. Tenía que reaccionar, pero eso si impenetrables ojos grises que la perforaban la tenían hipnotizada.

Vamos, Moira. No hagas las cosas peor.

— M-M-Moira.

Andrew sonrió sin mostrar sus dientes, haciendo que una parte de Moira se volviera a extremecer.

Moira.—probó su nombre en sus labios, saboreándolo lentamente. Moira situó disimuladamente sus manos a los costados de sus muslos y lavó sus uñas en ellos.— Bien, Ángel. Te voy a explicar mis reglas. Si las desobedeces, sólo una, sólo voy a decir que buscaré la mejor solución para que no lo hagas de nuevo

Uno: no saldrás bajo ningún motivo de esta habitación. Sólo podrás salir con mí consentimiento.

Dos: no hablarás con nadie sin mi permiso. Ni mirarás a nadie a los ojos, sólo a mi.

—Y por último— sacó un cuchillo de filo largo de su cinturón y lo colocó en el mentón de la chica—. Eres mía, Moira. Sólo mía. Nadie podrá tocarte. Nadie nunca te hará daño. Soy tu dueño. No podrás escapar de aquí, así que ni lo pienses.

Trasladó el cuchillo a su mejilla a la vez que él susurraba sutilmente al oído.

—Seré como tu sombra— la fría cuchilla acariciaba lentamente su mejilla, casi clavándole la fría hojilla en su piel—Aunque no me veas, estaré ahí...

[n/a: Sólo para aclarar: en esta novela NO habrá síndrome de Estocolmo]

The ShadowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora