II

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Su agitada respiración y el sonido del motor de un auto era lo único que escuchaba. El aire apestaba a gasolina y algo más que no lograba reconocer. La cabeza de Moira golpeaba repetidas veces contra el maletero del auto y estaba segura de que le saldría un moretón después. Moira recordó qu cuando era niña siempre había pensado en cómo sería ir en el maletero de un auto. Pensó en lo idiota que fue al tan sólo plantearse estar en un maletero alguna vez

Tenía las piernas entumecidas de la misma posición fetal en la que se encontraba. Cuando por fin se había despertado, se encontró en ese mismo lugar y con la misma posición. Trató de buscar una salida pero en vano: estaba en un automóvil en movimiento y totalmente bloqueado desde afuera. Así que hizo lo más sensato que pudo pensar: quedarse quieta y esperar a que el auto por fin se detuviera.

Moira trató de pensar en cuántas horas habían pasado desde su captura ¿8? ¿7? No llevaba claro la noción del tiempo. Pensaba en todas las veces que había visto charlas en dónde le hablaban de las reglas principales en el caso de un secuestro. Y todas las reglas que había tratado de memorizarse se redujeron a una: esperar hasta que la ayuda llegue. Esa era, según la opinión de Moira, la regla más ridícula en caso de una captura. Si quien te captura es un violador sadomasoquista torturador (No quería ni pensar qué perfil psicológico tenía su captor), ¿vas a dejar que te haga de todo sólo por que tienes la mínima esperanza de que las autoridades te van a encontrar? Era totalmente ridículo.

Pensó en sus padres ¿Se habrán dado cuenta de su desaparición? ¿La estarían buscando? No tenía muchas esperanzas en ello. Cuando su hermana Violet desapareció hace 14 años, la habían buscado por sólo unos 4 meses. Decidieron que su hermana ya estaba muerta y que ya no podían hacer nada. Tampoco es que tuviera muchas ganas de volver con ellos, pero ¿a dónde iría si es que lograba escapar? No tenía a nadie más que sus odiosos padres: sus abuelos maternos y paternos estaban muertos y sus tíos eran igual o peor a sus progenitores. No tenía a nadie. Estaba completamente sola. Moira cerró los ojos y dejó que una lágrima se escapara de sus ojos.

Sola.

El auto por fin se detuvo de un seco movimiento. Moira podía escuchar las palpitaciones aceleradas de su corazón zumbando en sus oídos y sus manos temblar nerviosamente por la expectación. Sonó el ligero tintineo de unas llaves y unas voces amortiguadas de dos hombres y la puerta del maletero se abrió. Los rayos de sol golpearon fuertemente los ojos de Moira, cegándola. Dos manos rudas tomaron de sus bracitos y la alzaron como si fuera una muñeca de trapo. Cuando sus pies descalzos tocaron el frío y húmedo pavimento, un fuerte mareo la golpeó y empezó a tener arcadas pero no había nada en su estómago que devolver. Las manos extrañas apretaron su agarre y la arrastraron por el suelo. Se detuvieron y pusieron de nuevo el cuerpo de Moira apoyarse por si mismo.

El frío hacía que su piel expuesta se enchinara y sus dientes castañearan furiosamente. Todavía llevaba el ligero vestido blanco, que ahora estaba mugriento y de matices grises y negros. Habían cortado la parte baja de la falda y ahora quedaba un poco más debajo de la rodilla, dejando sus pies descalzos expuestos. No se imaginaba todo su aspecto en general.

En su campo de visión se encontró con unos zapatos cafés de marca, pero seguía con la vista fija en el suelo. No quería saber nada de sus captores.

- ¿Ella es la chica?- preguntó una voz ronca y masculina con un ligero acento que no pudo reconocer.

-Sí, señor Biersack- respondió uno de los sujetos. Moira seguía con la vista fija en el suelo, como la cobarde que era.

- ¿Sabes que no verle las caras a las personas cuando te están hablando es de mala educación?- preguntó con diversión la voz ronca masculina de antes. Tomó su mandíbula con fuerza y obligó a que ella levantara la mirada. Era un hombre, no más de los 29 o 30 años, verdaderamente apuesto, su mandíbula estaba decorada con una ligera barba de 3 días castaña, cabello negro azabache, piel pálida pero con un ligero sonrojo que decoraba sus mejillas y unos hermosos ojos azules claros. Sonrió, mostrando una blanca y perfecta dentadura.- Mucho mejor. Es perfecta. Seguro que a mi hermano le gustará. Ahora, ustedes dos, hagan que tome una pequeña siesta. Mi hermanito no tardará en volver.

The ShadowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora