I
Moira Novachek se paseaba nerviosa por el muy pequeño camerino. Apretaba fuertemente el arco que llevaba en sus manos sudorosas mientras que se paseaba de un lado a otro. Murmuraba cosas incomprensibles y miraba el suelo, perdida en sus pensamientos.
No podía fallar. No hoy. Hoy era "el día más importante de toda su vida". Lo que definiría por completo su futuro. Un simple error y todo se vendría a abajo. "Sólo... no trates de cagarla, Mo" se dijo mientras se veía al espejo por enésima vez.
Iba vestida con largo vestido largo blanco hasta los pies que dejaba al descubierto sus hombros, su cabello rubio casi blanco pulcramente peinado detrás de los hombros, unos tacones negros altos puntiagudos. Su maquillaje era ligero, sólo rímel y pintura rojo oscuro para sus labios. Se peinó un poco y cubrió sus hombros con su largo cabello para retomar su paseo nervioso por la habitación.
Murmuraba notas, como si fueran una plegaria, y movía ligeramente sus dedos, como si fueran las cuerdas. Si todo salía de acuerdo al plan, la aceptarían en la Orquesta. Sería su ticket a la libertad. Y por fín se libraría de la custodia de sus padres. Aunque era absurdo, ya que había cumplido los 19 y muy pronto cumpliría sus 20 años, y todavía no había podido irse de casa.
Unos ligeros toques a la puerta la sobresaltaron. Ya era hora.
Suspirando pesadamente, abrió la puerta y salio hacia el pasillo, con el arco en una mano y sosteniendo el vestido en un puño en la otra, para que no se tropezara.
Muy bien, tranquila, relájate. Todo saldrá bien, Mo. Se decía mentalmente mientras veía a otros estudiantes en algunas salas con sus padres, apoyándolos y diciéndoles que lo iban a hacer bien. Con un nudo en la garganta, dejó de ver a las felices familias.
El concierto anual de presentación de Julliard era una plasta, según la opinión de Moira. Sólo aceptó hacer el estúpido concierto por el puesto en la Orquesta Sinfónica de Boston, ya que así podría huir de sus padres y ser libre. Esa idea era su talismán, lo que la obsesionaba y lo que la mantenía cuerda, lo que la hacía luchar más.
Atrás del escenario, se encontraban Erik y Rowena Novachek. Vestidos de negro y elegantes, mantenían una mirada fría cuando posaron los ojos en su hija.
—Enderézate, niña— espeta su madre mientras ella se acercó a ellos— Trata de no arruinarlo, ¿Quieres? Esto es una gran oportunidad para nosotros. No lo eches a perder.
"Nosotros". Ni siquiera para "Ella" sino "Nosotros". Moira dio un seco asentimiento y con el corazón en la garganta y los oídos zumbando, se dirigió al escenario.
La sala se llenó con unos educados aplausos, mientras se dirigía a las sillas situadas al centro del escenario e hizo una leve reverencia hacia el público, viendo que la sala estaba completamente llena. Se situó en el medio de las tres sillas y tomó el violonchelo, para que luego de sentarse lo acomodara entre sus piernas. Saludó con la cabeza a sus dos compañeros y con una leve señal de ambos, empezaron a tocar.
La música empezó a fluir, sutilmente y suave, como una caricia. La armonía y la coordinación era perfecta y sólo el sonido melodioso llenaba la silenciosa sala. Moira cerró los ojos y sólo se dejó guiar por la música. Su único escape. Ese instrumento era todo para ella, su amigo, la fuente de consuelo y todo lo que tenía. Horas y horas de práctica en su habitación era su único escape de la triste realidad, de la repulsión de sus padres, de su soledad, de la pérdida de su hermana mayor Violet. Esas horas de incesante práctica habían sido testigos de sus lágrimas silenciosas y la hermosa música su único consuelo. Notas, notas, notas, era lo único que rondaba en su cabeza mientras que se dejaba llevar.

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The Shadow
FanfictionPorque él seguiría siendo una sombra, inmerso cada vez más en las tinieblas; y ella seguiría siendo un ángel, en busca de una forma de salir de la oscuridad. ADVERTENCIA: contenido explícito que requiere de la discreción del lector.