III

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III

Silencio.

Eso era todo lo que Moira escuchaba. Esa constante calma que hacía que su cabeza le faltara oxígeno. Ese simple vacío que se incrustaba más y más en su pecho, que lograba que quisiera gritar con todas sus fuerzas.

Silencio y Dolor.

En eso se resumían los días luego de su captura.

Luego de conocer sus dos captores, (¿Debería llamarlos así? Moira recordaba que habían dicho algo sobre una compra. Que la habían comprado), no volvió a verlos más. En la puerta, había una rendija que se abría dos veces al día, repleta de comida, que la chica simplemente tiraba en algún lugar de la habitación. No se había dado cuenta de la primera vez que la habían encadenado a la pared, ni la primera vez que le pusieron esa inyección que le daba la sensación de flotar. Estando en una constante pocisión fetal y con los ojos cerrados, Moira se internaba en su mente, con notas inaudibles un mar de confunsión. De vacío.

Había llegado una noche particularmente fría. Moira no sabía qué día fué, no supo siquiera quién era el individuo. Pero nunca se olvidaría del fuerte olor a ron que emanaba de ese grasoso cuerpo, de esas fuertes y duras manos que recorrían su cuerpo. Y de el dolor. Sobre todo el dolor. Cuando penetraba más y más y cuando Moira gritaba sin parar, pidiendo piedad.

Era débil. Ni si quiera podía luchar con todo esto. No podía luchar, buscar una salida de esto. Pero ¿de qué valdría la pena? Estaba malditamente sola, no tenía nada ni a nadie. Y simplemente no podía seguir luchando. No podía más.

El frío y el calor se unían furiosamente en su cuerpo, haciéndola convulsionarse y sudar incontrolablemente. La cabeza parecía a punto de explotar, mientras que las melodías sin concluir taladraba en sus sienes. Apretaba los brazos más y más hacia sí, mientras que el frío brazalete metálico se le hincaba más y más en su piel, haciendo que un pequeño hilillo de sangre se colara por sus dedos. Cerró los ojos, mientras que una simple y sutil melodía se formaba en su mente, y cuando lentamente caía a los brazos de Morfeo, un pensamiento invadió su cabeza.

Morir sería un gran privilegio para ella...

- - -

Andy bajó las escaleras de dos en dos, tarareando una melodía al azar e inmerso en sus pensamientos, mientras que caminaba por el estrecho y sombrío pasillo del ático. Muy vagamente pensó en la chica de ojos tristes, la chica que se encontraba cautiva en el ático desde hace un mes y que habían comprado sólo para él. Suprimió esos pensamientos rápidamente antes de abrir una de las puertas.

Una única luz se visualizaba en la lúgubre habitación, reflejando a la figura encapuchada sentada y atada a la silla en medio de la habitación. Visualizó las figuras de su hermano y de tres hombres más en la habitación. Ladeó la cabeza mientras se adentraba en la habitación hacia la figura encapuchada.

- Caballeros- saludó con voz ronca, mientras que analizaba la figura encovada y sentada- ¿Éste es el individuo?

- Si, señor.

- Perfecto. - respondió Andrew, mientras frotaba sus manos entre si, buscando calor en ellas. Tenía esta particularidad de que sus manos siempre estaban completamente frías, y constantemente tenía que frotarlas para entrar en calor o utilizar guantes. Quitó del seguro de la capucha del hombre y la quitó, dejando al descubierto la cara de un chico rubio de no menos de veinticinco años y facciones de no tan agraciadas, como las de una rata- Así que tú eres la despreciable rata que ha repartido información por otras fuentes ¿ o me equivoco?

Silencio inundó la sala hasta que Andy le dió un golpe en la mejilla con el dorso de la mano al individuo, que soltó un pequeño quejido.

- Respónde, Turner.- ordenó Andrew

- S-sí, señor- respondió sutilmente el aludido.

- Eso pensé- de su cinturón, sacó un cuchillo de mediana longitud, y empezó a jugetear con él entre sus dedos- Dime, Pierre Turner ¿Conoces por casualidad El Tenedor de los Herejes? .

De nuevo el chico negó con la cabeza.

- Bien, bien. En la época medieval, en castigo impuesto en los traidores y en los soplones, se les colocaban este artilugio de metal entre la barbilla y el pecho y separaba poco a poco el cráneo de la espina dorsal. Pero es demasiado anticuado para mi gusto...- pocisionó el cuchillo en la mandíbula de Turner mientras empujaba despacio. El chico achinó los ojos por el dolor, mientras que un leve hilillo de sangre salía de donde Andy había puesto el cuchillo- Me pregunto cómo se verán tus ojos al morir...

Lentamente fue introduciendo más y más el cuchillo en su carne, mientras que Turner se retorcía en su agarre y miraba horrorizados aquellos ojos grises e impenetrables, que oscurecían más y más. Shadow sostenía la cabeza de el individuo mientras que la empujaba cada vez más y manos junto con el cuchillo. Empujó una última vez el cuchillo y los ojos de Pierre Turner se volvieron fríos, sin brillo, como el de un muñeco. La sangre empapó sus manos y un brillo satisfactorio salpicó su mirada mientras quitaba la sangre con la misma camisa del individuo.

- Ahora, caballeros. Que esto le sirva de lección a todos ustedes. Recuerden de qué bando están. Del mío... o el de él.

Y sin mirar atrás, salió de la habitación...

The ShadowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora