XXI

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XXI

Sus ojos son como los de un gran lobo hambriento. Moira no ha dejado la vista de sus mugrientos dedos recostados en la mesa metálica desde que llegó, temiendo de aquel hombre extraño, conteniendo un segundo ataque de pánico.

La trataban como si fuera de cristal, a una distancia prudancial, hablándole como si fuera una niña pequeña. Una parte de ella quería gritarles, pero su voz había desaparecido. Se sentía como un fantasma, presente peor ausente. Quería estar allí, pero a la vez no ¿Qué hacía allí...?

No pudo evitar de nuevo mirar su reflejo en el espejo polarizado. Cabello desvaído y seco cayendo libremente en su cuerpo encorvado y esquelético. Las ropas le quedaban excesivamente grandes y una pálida, sus pómulos resaltaban alarmantemente y fina cicatríz atravesaba una de ellas, sus ojos eran dos cuencas grises vacías.

Era un fantasma. Un cadáver viviente.

El hombre volvió a suspirar, y Moira sintió lástima por él. No la había dejado sola en ningún momento desde que llegaron a la estación de policía de Las Vegas. La había alimentado y vestido, fue quien logró tranquilizarla cuando tuvo un ataque de pánico. No era fácil lidiar con personas como ella.

—No nos hemos presentado formalmente— habló, aclarando su garganta—. Soy el detective Xavier Bloom de la Interpol, y estoy encargado de tu caso.

Silencio.

— Moira— susurró, y la chica levantó su mirada imperceptiblemente—. Sé que has pasado por mucho en el último año. Cosas inimaginables. Pero necesito, te suplico, que hables conmigo. Sólo somos tú y yo.

Silencio.

—... Y siete personas detrás del vídrio— graznó con voz chirriante en un breve susurro. El hombre levantó las cejas, sus ojos brillando, sorprendidos—. Puedo ver sus siluetas, no soy tan idiota. Además, veía CSI.

El individuo logró soltar una carcajada, y una oleada de calor atravesó su piel. No había oído escuchar reir a nadie desde hace mucho, mucho tiempo...

—¿Así que estás diciendo que soy un poli sexy?—ladeó la cabeza, lo que le recordó a un cachorro juguetón.

—Mis labios están sellados— volvió a carcajear, y Moira no pudo evitar que una sombra de sonrisa se instalara en sus labios.

La expresión de Xavier se endureció por un momento, pero conservando el brillo amistoso en su mirada.

—Moira— la manera en que decía su nombre le hacía tener escalofríos, como una buena taza de chocolate caliente en un día de invierno. Sacó una carpeta y un bolígrafo— ¿Estarías dispuesta a responder un par de preguntas?

— No tengo otra opción, ¿o sí?— se encogió de hombros, ajustando la chaqueta y apretando las mangas en sus nudillos. Una sombra de sonrisa apareció en los labios de Xavier.

—Si no quieres responder una pregunta, tan sólo dirás "Rojo" y detendré el interrogatorio de inmediato, ¿de acuerdo?—Moira asintió, su corazón palpitando con fuerza entre sus costillas— ¿ Recuerdas el día en que fuiste secuestrada?

Su garganta quedó seca y sus dedos empezaron a temblar entre las mangas— Era el concierto de presentación de Julliard. Y-Yo salí a fumar un cigarrillo, y... N-No recuerdo más.

Xavier escribió algo en la carpeta, el sonido del bolígrafo contra el papel alterando sus nervios.

— ¿Le viste la cara a tus secuestradores?

Caras, tantas, tantas caras...

— N-No. Llevaban máscaras.

Escribió otra cosa más. Moira podía sentir cómo miles de ojos se centraban en ella.

— ¿Recuerdas algo de tus primeros días de secuestro?

Una lágrima solitaria cayó sobre su mejilla, contrastando con la cicatriz.

— U-U-Una habítación oscura. Inyecciones, muchas inyecciones... Y, hambre. Tenía mucha hambre... Y... Un ardor en mi tobillo... Y-Y manos. Tocándome. Sofocándome...

La mirada de Xavier se volvió turbia, haciéndola estremecer. Dejó de escribir.

—¿Encontraste a alguien en tu misma situación?

Amitt... Evan...

—No.

Xavier frunció el ceño, y apoyo sus manos entrelazadas en su mentón.

—Esta va a ser la última pregunta, ¿de acuerdo?

Moira no se inmutó.

¿Conoces a Andy "The Shadow" Biersack?

Las lágrimas se asomaron sin ningún pudor. Fue como si un muro se rompiera en su interior. Tantos recuerdos, tantas experiencias... Cada golpe, cada cicatriz. Cada inyección, cada tacto. Cada latigazo, cada alucinación... Manos frías, ojos vacíos...

Moira ocultó el rostro en sus manos, sollozando en silencio y musitando "Rojo, rojo" . La tensión era palpable. Mordía su antebrazo como un animal, mientras trataba de calmarse. No podía más.

—Moira... Por favor...

Sintió una mano tomar su antebrazo y dió un respingo, alejándose de aquel tacto desconocido.

— Solo necesito que asientas o niegues, es lo único que pido... Por favor...

Y Moira asintió.

Y con eso, las luces se apagaron.

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The ShadowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora