XX

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XX

Moira ya no pertenece allí.

A las luces de neón y los movimientos provocativos. Ya no pertenece al frío artificial y al maquillaje exagerado. No pertenece al lado del hombre a su lado, con ojos muertos y fríos y piel tan pálida como un cadáver.

No pertenece, no pertenece...

La aguja se clava una vez más en su antebrazo, y deja soltar un quejido. Moira ya no lleva la cuenta de cúantas veces le habían drogado en los últimos días (¿Días? ¿Meses?). Ahora, vive en un mundo de voces confusas, golpes bruscos, su sangre adornando su cuerpo e imágenes borrosas.

No pertenece, no pertenece...

Música. Tan fuerte como un rayo, tan suave como un suspiro. Siempre suena música cuando la golpean. Siempre hay música cuando siente sus caricias duras y forzosas. Es lo único que la conforta cuando llora. La música es lo único que tiene cuando grita al consumirla la oscuridad.

No pertenece, no pertenece...

Hoy, todo se siente más tenso. Lo puede sentir en la punta de sus dedos. Todo está inexplicablemente calmado. La misma calma que hay antes que el depredador caze a su presa.

No pertenece, no pertence...

Shadow toma su mano. Besa sus nudillos, su piel fría chocando contra la suya, callosa y amarillenta. Sus ojos no muestran el mínimo áspice de emoción. Le muestra una sonrisa fría, tan filosa como el cuchillo que utilizaba en ella.

No pertenece, no pertenece...

Un grito de advertencia. Las puertas se azotan entre si. Las sirenas anuncian su llegada.

El infierno se desata

La toman del brazo abruptamente y la arrastran hasta la oscuridad. Moira se apoya en el espacio reducido, gimoteando de dolor a sentir el ardor en su espalda. Escucha los gritos, las balas, las luces bailan en sus ojos a través de la pequeña abertura. Siente cada pequeña vibración en su piel. Quiere gritar, pero de sus labios sale un quedo sollozo.

No pertenece, no pertenece...

Pasa una eternidad. Moira apoya su frente contra el metal, apretando el terciopelo en sus puños. Su cuerpo duele, su mente es un profundo vacío en el cual Moira no quiere caer. Sus párpados pesan, pero no quiere dormir. Porque sabe bien que si cae dormida, no podría volver a despertar.

Dormir, sólo dormir...

Una figura se acerca. Moira se escabulle al rincón más cercano, ignorando el escosor de su esplada y extremidades. Sus ojos se abren con terror. Sus uñas encuentran la carne de sus muslos y los rasguña sin piedad. Más disparos. Más luces vibrantes. La sombra se acerca, y Moira está aterrada.

No te acerques, no te acerques...

La puerta se rompe con dureza, y Moira cubre su rostro contra sus piernas. Levanta la mirada poco a poco, encontrándose a varios hombres, con grandes placas y armas apuntándola. Gritan algo que no puede comprender y, de un momento a otro, se encuentra en brazos de uno de los desconocidos. Cruzan aquel desfile de balas con discreción y, al llegar a una de las salidas, Moira puede escuchar su grito, como una bestia adolorida. Un grito de venganza. Moira esconde su cara contra el cuello de uno de los policías.

No podía escapar de él.

No pertenezco aquí.

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The ShadowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora