Park Wonbin lleva una relación de cinco meses y monedas con su bonita y despampanante novia, pero su amistad de más de diez años con Lee Sohee, su descarado amigo gay y una invitación camuflada a la marcha del orgullo LGBTQ+ lo ponen en una inespera...
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Si a Wonbin le hubieran dicho un año atrás que justo ahora, justo en ese instante de su vida, estaría tendido boca abajo sobre la cama de un hombre gay más masculino y demandante que él (en ocasiones) y que le estaría comiendo el culo y haciéndole gemir por descubrir terminaciones nerviosas que ocasionaban sonidos involuntarios salir de su boca y que no sabía que tenía mientras se empujaba en dirección a su rostro descaradamente, necesitando más de esa lengua y ese dedo delicado para penetrar en su agujero, el cual jamás estuvo interesado en inspeccionar hasta ahora, señora y señores, él no lo hubiera creído.
—Ah, mierda... —jadeaba aspirando por aire. Su parte baja estaba encima de una de las almohadas de Anton y su polla estaba apretada, con fugas y completamente ignorada allí, porque el que estaba teniendo un festín era su bonito trasero, mientras sus manos se enroscaban en las sábanas de Anton.
Un Anton que lo había besado hasta el cansancio mientras que sus manos precipitadas lo desnudaban para quedar en igualdad de condiciones, porque él había llegado y se había quitado todo para subirse encima del regazo de un Anton que creía que todavía estaba teniendo un sueño húmedo con el hombre de sus sueños. Pero no, su lengua estaba estirando junto con uno de sus dedos, el bonito y carnoso culo de Park Wonbin. El hombre al que horas atrás le había confesado que estaba irremediablemente enamorado.
Y ese hombre había huido, pero luego había vuelto a él.
Su corazón roto, siendo unido pieza por pieza con las palabras atolondradas de Wonbin y sus sentimientos que Anton sabía que tenía, pero si Wonbin los negaba, era lo mismo que la nada. Pero no lo había negado, no había huido, había admitido sentir mucho por él y Anton no podía estar más que conforme con su respuesta, aunque hubiera sido genial que le transmitiera todos sus jodidos planes antes de hacerlo derramar unas lágrimas.
Pero ahora no podía importarle menos, cuando su rostro estaba hundido en ese bonito trasero que había mirado más veces de las que le gustaría admitir.
—Ah, ya... No es suficiente —decía Wonbin.
Anton ya tenía dos dedos, lubricante y su lengua trabajando allí, haciendo sonidos obscenos con su boca y su lengua.
—Anton —Wonbin empujaba con ansías—. No es suficiente —repetía entre dientes.
Anton dejaba de estirarlo y depositaba besos en sus glúteos y acariciaba los mismos con sus grandes manos. Se sentía extraño ser tocado con tanta devoción y atención allí cuando las mujeres solo clavaban sus uñas para que se hundiera en ellas, pero Anton lo besaba y pasaba su lengua y había tenido un momento muy íntimo con su culo. No podía llegar a sentirse ofendido o avergonzado lo suficiente, por haberlo disfrutado demasiado.
Anton encima de él como su único foco de atención. Le gustaba mucho eso, le gustaba ser lo único en lo que Anton pensara y viera. El único.
—Mi polla es grande. Aún necesito estírarte otro poco —decía con su voz ronca, escalando la espalda de Wonbin y quedando exactamente encima de su cuerpo.