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Tengo que correr más.
No puedo parar, debo correr y llegar hasta él.
No lo puedo dejar solo, no ahora que tanto me necesita.

Me desahogo de la chaqueta y las gafas nocturnas, tengo correr más rápido. Mientras voy corriendo, voy sacando la Batetta 92 de la espalda, empuñandola hasta llegar a la esquina del edificio, donde pego mi espalda e intento calmar mi respiración.

Tengo solo unos minutos antes que lo ejecuten.

Si eso llega a pasar... no sé... No sé de lo que seré capaz de hacer.

Veo un coche negro aparcado en la puerta de atrás. Busco en mis costillas los cuchillos pequeños y cojo dos con la mano izquierda.

Doy una respiración profunda manteniéndolo, mientras voy girando la esquina lanzó los cuchillos y le doy en la cabeza a los dos hombres que me dan la espalda.

Me ha enseñado demasiado bien.

Caen de boca contra el suelo, me acerco corriendo y saco las llaves de la puerta, esta se abre con la tarjeta y tras el clic, bajo la manivela y entro por una ranura pequeña sin dejar pasar mucha luz de la calle iluminada con una farola.

Oigo un grito.
No, no, no.

Su grito.
Me quedo quieta, una gota de sudor baja por mi sien.
Dejándome sin respiración.

Tu pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora