11 de julio de 2010 8:25 AM

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Alina

Esto no puede estar pasando, y menos hoy.

Ha llegado el esperado día de mi boda, un día que reservé con casi un año de antelación. Durante ese tiempo, pude prepararlo todo: el vestido, el pastel, la decoración e incluso la maldita luna de miel. Sin embargo, hay un pequeño detalle que no tuve en cuenta y que no puede ser evitado ni alterado: la menstruación.

Ni siquiera sé por qué me sorprendo, hace un mes que ya me lo estaba planteando, pero tenía la esperanza de que al menos me alcanzara después de la boda. Aunque sea un día.

Tomé mi teléfono y llamé a Mónica, la encargada de asegurar que mi boda se llevara a cabo exitosamente y que se convirtiera en mi nueva mano derecha.

—Mónica, esto es una emergencia.

No tardó en llegar. Desde ayer, todos los invitados, mi prometido y yo nos estábamos hospedando en el hotel donde celebraríamos la boda.

Mónica lucía un elegante traje de dos piezas negro que resaltaba su figura esbelta, complementado con unos tacones que añadían altura a su gran estatura. Me sorprendió verla tan lista y preparada a esta hora.

—¿Cuál es la emergencia? —preguntó, mientras examinaba la habitación.

Yo, aún en mi bata, señalé hacia la cama. Mónica se acercó y notó la mancha de sangre.

—¿No crees que ya eres demasiado mayor para manchar la cama de sangre? De todos modos, esto implica un costo adicional para el hotel.

El ambiente en la habitación era tenso. La luz suave de la mañana se filtraba por las cortinas, destacando la elegante decoración y los arreglos florales que habíamos seleccionado meticulosamente para la boda.

—¿Y eso a mí qué? —exclamé, dejando escapar mi frustración. Sabía que parecía una loca, pero en ese momento me importaba poco. —Hoy es mi boda y acabo de empezar mi período.

Mónica finalmente captó la magnitud de la situación y se quedó allí, con la boca abierta. Su trabajo era asegurarse de que mi boda se llevara a cabo sin problemas, pero supongo que no había considerado este tipo de eventualidades.

—¿Qué hago? —le pregunté, desesperada.

Normalmente, Mónica siempre tenía una respuesta para todo, pero ahora parecía que su mente de Wikipedia estaba vacía, tal vez dándome resultados incorrectos en su búsqueda mental.

La habitación se llenó de un incómodo silencio. El tiempo parecía detenerse mientras buscaba desesperadamente una solución a mi problema. No podía permitir que algo tan trivial como mi ciclo menstrual arruinara el día más importante de mi vida.

Finalmente, Mónica cerró la boca y recuperó su compostura profesional. Su expresión se transformó en una mezcla de determinación y creatividad.

—Tranquila, Alina. En momentos como este, siempre hay opciones. Tengo un par de ideas que podrían ayudarnos a resolver este contratiempo. No te preocupes, encontraremos una solución.—Dijo antes de darse media vuelta y dejarme sola en mi habitación.

Comencé a dar vueltas en círculos, la ansiedad se apoderaba de mí. Esto era terrible, significaba que no habría actividad en nuestra luna de miel. ¿En qué tipo de luna de miel no hay intimidad?

Salí al pasillo, la habitación de mi mejor amiga estaba justo al lado de la mía. Tardó un poco en abrir la puerta, y mientras esperaba, sentía cómo la sangre fluía lentamente a través de mi sistema. Finalmente, mi amiga abrió la puerta con cara de sueño y el cabello despeinado.

—¿Qué pasa? —preguntó mientras bostezaba, frotándose los ojos.

—¡Me llegó el período! —exclamé.

Se rascó la cabeza, claramente aún estaba medio adormilada.

—¿Y eso es bueno? ¿O malo? —preguntó confundida.

—¡Es malo! Hoy es el día de mi boda, no puedo casarme mientras estoy menstruando.

Genevive se quedó mirándome por un momento, tratando de procesar la información. El ambiente a nuestro alrededor era silencioso, solo interrumpido por el sonido de los pasillos del hotel y la suave luz que se filtraba por las ventanas.

—Vaya, esto es malo... —murmuró Genevive, frunciendo el ceño.

—¿Qué hago? —pregunté desesperada.

Ella se encogió de hombros, dejando claro que no tenía ninguna solución mágica. —Es que cuando ya te llega, no hay manera de que se vaya. Si te hubieras preparado con una semana de anticipación, duchándote con agua fría y tomando agua con limón, tal vez hubieras podido retrasarlo, pero ahora ya es tarde.

Me dejé caer de rodillas, como si hubiera sido derrotada por el destino. Una oleada de frustración y tristeza se apoderó de mí, y no pude contener un grito de desesperación. Me di cuenta de que esta sería solo la primera señal de una boda manchada por la mala suerte. 

Encuéntrame en el 2001 [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora