11 de julio de 2010 14:15 PM

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Marissa

Estaba sentada en una de las sillas de la sala de novias, mientras escuchaba cómo la madre de Alina la elogiaba una y otra vez. Estaba visiblemente orgullosa de ver a su hija a punto de casarse. No pude evitar que mis pensamientos se dirigieran al matrimonio. Silas me decía todo el tiempo que, si yo quería, podríamos casarnos; después de todo, llevábamos tiempo juntos e incluso teníamos un hijo en común.

Alina temblaba de emoción mientras probaba el velo en su cabeza.

—Creo que todos llorarán cuando te vean de camino al altar —dijo su madre con una sonrisa radiante—. Incluso tu prometido. De seguro tratará de reprimirse, pero hasta un hombre como él lloraría al ver a su futura esposa tan hermosa.

—La que terminará llorando seré yo —respondió Alina con una sonrisa nerviosa.

—Y yo también... —dijo su madre, secándose los ojos. Al parecer, solo pensar en el momento la había hecho ponerse llorosa.

Ambas caminarían hacia el altar juntas. Dado que el padre de Alina no era el mejor padre del mundo, ella había decidido que ese papel le correspondía a su madre. Y tenía razón; todos estábamos de acuerdo en que hubiera sido una muy mala decisión que el padre borracho la llevara al altar. Probablemente habría hecho alguna escena como de costumbre, añadiendo otro momento vergonzoso al álbum de recuerdos.

Llamaron a la puerta, y como estaba cerca, me levanté para abrir. Últimamente, no dejaba de llegar y salir gente de la sala. Esta vez era mi madre, que parecía nerviosa.

—El partido ya está por terminar. Va ganando España. Sería un milagro si Países Bajos logra un gol, lo que complicaría aún más las cosas porque empatarían, y eso solo alargaría el partido —explicó mientras entraba a la sala.

Por el espejo, vi que Alina hacía una mueca, visiblemente harta de escuchar sobre el partido. Para alguien como ella, debe ser una pesadilla que otro evento acapare la atención en el día de su boda.

—¿Y cómo van los preparativos de la boda? ¿Ya pasaste por el salón? —pregunté, tratando de desviar la conversación.

—Sí, pasé de camino. Está casi listo, y puedo decirte que el lugar está muy bonito —respondió, dándole una sonrisa reconfortante a Alina.

—Genial, voy a ir a verlo con mis propios ojos para comprobar que tienes razón —dije, mientras tomaba mi bolso del centro de la mesa. —Nos vemos en un rato —añadí, despidiéndome.

Mamá dijo un par de palabras de despedida a la madre de Alina, y luego salimos. Nos dirigimos al ascensor. Mamá parecía un poco nerviosa; esperaba que no fuera por lo del salón.

—¿Pasa algo? —pregunté, notando la inquietud en el rostro de mi madre mientras esperábamos en el ascensor.

Apretamos el botón y el ascensor comenzó a bajar lentamente. Mi madre hizo una mueca que denotaba más preocupación que lo habitual.

—Es solo que el padrino todavía no ha llegado —dijo, frunciendo el ceño y mirando su reloj con impaciencia.

—¿El padrino de la boda? Eso es raro —dije, con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

—Sí, es muy raro. A esta hora ya debería estar aquí —confirmó mi madre, claramente inquieta.

—Silas me comentó que estuvo en la despedida de soltero ayer. Tal vez se pasó con las copas... —sugerí, tratando de restarle importancia, pero mi madre hizo una mueca aún más profunda, como si la idea le incomodara.

—No sé. ¿Crees que ya ha superado a Alina? —preguntó mi madre, su voz cargada de duda y preocupación.

Ese era un tema delicado del que normalmente no se hablaba. Sin embargo, todos sabíamos que, en algún momento, él había estado enamorado de Alina, y la posibilidad de que esos sentimientos aún persistieran era posible.

—No creo que sea por eso —la interrumpí, con una mezcla de temor y determinación en mi voz. No sé por qué, pero la idea de que el retraso pudiera deberse a algo relacionado con sus sentimientos me aterraba.—Debió de haberse quedado dormido o, como te decía, se pasó de tragos. Es común después de una noche de juergas.

—Eso espero... —dijo mamá, su tono lleno de vacilación y desconfianza.

La preocupación se instaló en mi pecho. Tenía que ser una razón externa. No podía imaginar que el padrino faltara a la boda de manera deliberada; sería impensable que le hiciera algo así a Alina y a su prometido. ¿No era cierto?

Encuéntrame en el 2001 [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora