|Capítulo 1: Un día en el año 2001|

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Alina

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Alina

Hogar dulce hogar. Oficialmente era mi primer día en la nueva casa. Mi madre había encontrado pareja, una mujer para ser más específica. Desde los diez años, había perdido la esperanza de que ella se reuniera con papá, y supongo que la perdí por completo cuando comencé a darme cuenta de que él era un idiota y mamá merecía algo mejor.

Ese algo mejor se llama Isabelle McKay. Lo curioso es que ella fue la abogada que ayudó a mi madre en el divorcio con papá. Parece que el destino se pone creativo a la hora de unir a las personas.

De las veces que he interactuado con la Sra. McKay, siempre la he visto nerviosa. No estoy segura si es por mí o si tiene miedo de que yo no la acepte. No la odio ni me cae mal, pero es extraño. No todos los días tu madre te dice que quiere estar con una persona y esa persona resulta ser una mujer, además con una hija.

La casa en sí era acogedora, con una decoración moderna y cálida. Isabelle se había esforzado por hacerme sentir bienvenida, pero había un aire de tensión en el ambiente. Supongo que es normal cuando dos familias se fusionan y todos están tratando de adaptarse a los cambios.

Marissa McKay nunca habla y parece no tener ganas de socializar. La verdad es que me intimida bastante con su ropa oscura y su piercing en el labio. Mi madre jamás me dejaría ponerme un piercing, pero no le molesta que su nueva hijastra lo use.

No solo tuve que mudarme de casa, sino también de ciudad. Antes vivíamos en un pueblo cercano a San Diego. Aún no me hace gracia el hecho de que nosotras hayamos tenido que mudarnos a su ciudad y abandonar nuestro hogar. No es justo.

―Acá tendrás mejores oportunidades― fue lo que dijo mamá, tratando de convencerme de que este cambio sería beneficioso para mí.

¿Qué mejores oportunidades? Yo estaba bien en mi pueblo, tenía muchos amigos, incluyendo a Ann, quien era mi mejor amiga de toda la vida, y ahora estaremos separadas hasta quizás cuando. Hicimos una promesa de sangre donde juramos que seguiríamos siendo amigas. Aún tengo la herida en mi mano cubierta con un parche.

Durante los últimos días, nos hemos estado mudando poco a poco. Mi habitación ya estaba casi lista, solo estaba ordenando un par de prendas cuando mi nueva madrastra tocó la puerta. Llevaba una bolsa en sus manos.

—¿Puedo pasar? —preguntó.

—Sí —asentí.

Se rascó el cuello, parecía nerviosa. Entre nosotras no había mucha química que digamos, se notaba que ella era tímida con los extraños.

—Esto es para ti —dijo, inclinando la bolsa hacia mí.

Oh, un regalo. Eso no me lo esperaba. No pude evitar ponerme contenta. ¿A quién no le pone feliz un regalo?

—Tu madre dijo que no tenías celular... así que pensé que tal vez...

Abrí la bolsa y no pude creerlo. ¡Era un celular! ¡Un Nokia! Comencé a gritar y saltar de felicidad, incluso abracé a la Sra. McKay, quien parecía sorprendida por mi reacción.

Encuéntrame en el 2001 [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora