Zeus se erguía con una imponente presencia, su armadura dorada brillando intensamente bajo la luz de la devastada arena. Su cuerpo grande, musculoso y grotesco, parecía más un monstruo que un dios. Con una sonrisa burlona, dejó escapar una carcajada que resonó por todo el campo de batalla. "¿Es esto todo lo que tienes?", preguntó con desdén, mientras observaba a Issei, quien luchaba por mantenerse en pie después de haber sido tratado como un simple juguete en manos de aquel ser que claramente tenía la ventaja.
Issei, con un brazo colgando inútilmente a su lado, intentaba regenerarlo. Pero la energía que alimentaba su regeneración ya no era tan eficiente como antes, y la frustración se reflejaba en sus ojos. Zeus, deleitándose en la aparente debilidad de su adversario, continuó con su burla. "¿Así es como piensas ganarme? Patético."
A pesar del dolor, Issei apretó los dientes, su mirada llena de firmeza y desafío hacia el dios. "Así es," respondió con una voz firme, aunque cargada de rabia contenida. "Voy a ponerte de rodillas, maldito."
Zeus soltó una risa profunda, su voz resonando como un trueno en el cielo. "Primero tendré que romperte unos cuantos huesos más para que entiendas tu lugar. No estás a mi nivel, mocoso." Con estas palabras, Zeus levantó su mano, cargada de energía eléctrica, preparándose para desatar un ataque devastador que reduciría a Issei a cenizas.
Pero antes de que pudiera liberar su poder, un destello celeste y blanco cortó el aire, impactando con una fuerza abrumadora en Zeus. El dios fue lanzado hacia atrás, su armadura crujió bajo el inesperado ataque. Del cielo descendió una figura envuelta en una brillante armadura blanca que irradiaba un poder divino. Sin perder tiempo, la figura comenzó a lanzar relámpagos mágicos hacia Zeus, golpeándolo una y otra vez sin darle un segundo de respiro.
Issei, observando la escena con cansancio evidente, dejó escapar un suspiro. Sabía quién era esa persona y no le sorprendía que estuviera allí, pero tampoco quería que estuviera en medio de ese combate. "No deberías estar aquí... Valery."
Las palabras de Issei atravesaron a Valery como un puñal. Dentro de su casco, su corazón latía con fuerza, y un dolor agudo se instaló en su pecho. No esperaba que esas fueran las primeras palabras que él le dijera después de tanto tiempo. Había desobedecido a Azazel, había arriesgado todo para llegar hasta allí y salvar a su "oniisan", pero lo que encontró no fue la gratitud ni el reconocimiento que esperaba. En lugar de eso, vio en Issei una mezcla de decepción y enojo que la dejó atónita. Con la voz distorsionada por el casco, Valery respondió, su tono impregnado de tristeza. "Te lo debía..."
Issei, sin mostrar emoción en su rostro, replicó con un malestar que no se molestó en ocultar. "No me debías nada. Después de todo, no hice gran cosa por ti. Peor aún, te abandoné cuando más me necesitaste."
El malestar en sus palabras era evidente, pero más que nada, era una advertencia. Issei no quería que Valery se involucrara en un combate que claramente no era para ella. Pero Valery, sintiendo la frialdad en cada una de las palabras de Issei, se mantuvo firme. "Yo veré si es que siento que pagué mi deuda..." Aunque su voz mostraba molestia, en el fondo lo que más dolía era la realidad de que el reencuentro con su hermano no era lo que había imaginado.