"Lucifer", el nombre que resonaba como un eco de eternidad en los confines del cosmos infernal, destacaba como el estandarte supremo entre los demonios. Una vez, fue la estrella más resplandeciente en el firmamento celestial, un ángel de gracia incomparable, cuya belleza y virtud rivalizaban con las mismas estrellas. Pero la soberbia corrompió su ser, y aquel que alguna vez fue el más amado de los serafines, cayó en desgracia, convirtiéndose en la personificación del mal y la rebelión.
"Luz-Ella"
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Entre los vástagos de esta oscura deidad, destacaba una figura singular: "Luz-Ella". Nacida de la unión prohibida entre un Lucifer y una humana, su existencia era tanto un prodigio como una maldición. Heredera del legado más oscuro de los demonios, era portadora del Dividing Divine, la Hakuryuukou, el mítico dragón blanco de Albion. Pero su linaje condenado solo le acarreó sufrimiento, especialmente a aquellos a quienes más amaba. ...Valery Lucifer.
"Oscuridad-Él "
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Por otro lado, emergía "Oscuridad-Él", un ser cuyo nombre evocaba la antítesis misma de la luz. Sin lazos de sangre con los Lucifer, su identidad estaba marcada por una ironía del destino. Proveniente de la unión prohibida entre un demonio primordial y una serafín de alta estirpe, encarnaba la unión de dos mundos irreconciliables. Portador de los poderes temibles de su padre y la benevolencia de su madre, su existencia era una paradoja viviente... Lucifer.
Ella anhelaba poder y venganza, su corazón consumido por el fuego de la ira y la sed de justicia retorcida. Él, en cambio, poseía el poder pero ansiaba la paz, cargando con el peso de dos legados opuestos en una batalla interna constante.
Así, la luz y la oscuridad se entrelazaban en una danza de contradicciones, unidos por el hilo invisible de un nombre: "Lucifer". En ese nombre yacía el destino de dos almas destinadas a converger en un conflicto épico, donde sus caminos entrelazados desafiarían los designios divinos y los instintos más profundos de su ser.
"Lucifer"
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