24.-Cerrando Capitulos

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Jimin estaba sentado en su oficina, la mirada perdida en la ventana, pero sin realmente ver nada. La luz del día se filtraba suavemente a través de las cortinas, pero en su mente, todo era oscuridad. No podía evitar pensar en lo que tenía guardado en su escritorio: un simple papel que aún no había podido tirar. Debería olvidarse de todo, pero la misma pregunta le martillaba la cabeza una y otra vez: ¿por qué Jungkook no lo había buscado en todo este tiempo? Si de verdad lo amaba tanto como había dicho, ¿por qué no había intentado contactarlo, ni una sola vez? Jungkook había desaparecido de su vida, como si nunca hubiera existido. Y, sin embargo, ¿acaso Jimin tenía derecho a buscarlo? Había algo que lo aterraba más que el silencio de Jungkook: la posibilidad de que, después de la muerte de su padre, Jungkook lo odiara. ¿Y si ese era el verdadero motivo de su desaparición?

—Señor Park —la voz de su secretaria lo sacó de sus pensamientos. Ella asomó la cabeza por la puerta con una expresión de cautela—, su exesposa está aquí.

Jimin sintió que el estómago se le encogía. Hanni apareció en el umbral de la puerta, su figura resaltada por la suave curva de su vientre. Estaba embarazada, y al verla, una mezcla de alegría y amargura lo invadió. Nunca pensó que se alegraría al verla, pero allí estaba, sorprendiéndose a sí mismo. Saber que todo había terminado de la mejor forma posible para ella le daba una especie de paz, aunque también lo llenaba de una profunda sensación de fracaso. Hanni siempre fue una gran mujer, y Jimin no podía evitar odiarse por no haber sido capaz de amarla como ella merecía, por no haberle dado el hijo que tanto soñaba. No podía, no cuando su mente y su tonto corazón estaban atrapados en un solo nombre, en una sola persona.

—Te ves bien —dijo Jimin con una sonrisa que apenas ocultaba el torbellino de emociones que lo consumía. Con suavidad, acercó una silla para que Hanni se sentara.

—Tú te ves horrible —respondió Hanni, sonriendo con calidez, pero con un brillo de preocupación en los ojos.

Así eran ellos ahora, extrañamente más cercanos que nunca, incluso después de todo lo que había pasado.

Hanni lo observó con detenimiento, como si pudiera ver a través de él, como si pudiera sentir el dolor que él se esforzaba tanto en ocultar. Sus ojos, llenos de afecto, recorrieron su rostro con una tristeza que no pasó desapercibida para Jimin.

—Te ves mal, Jimin —dijo en voz baja, con esa suavidad que siempre la caracterizaba—. Es como si te faltara algo, como si estuvieras incompleto.

Jimin intentó sonreír, pero la mueca que hizo apenas lo parecía. Bajó la mirada, incapaz de sostener la de Hanni. Sabía que tenía razón; algo en él estaba roto, pero no estaba listo para admitirlo, ni siquiera ante ella.

—No es nada —respondió con un gesto vago, tratando de restarle importancia—. Solo trabajo, ya sabes cómo es.

Hanni suspiró profundamente, cruzando las manos sobre su vientre. La incomodidad en el ambiente era palpable, pero ella la desvió, como siempre lo hacía cuando notaba que Jimin no quería hablar de algo que lo atormentaba.

—He escuchado que las empresas en Los Ángeles están atravesando algunos problemas —comentó, inclinándose ligeramente hacia adelante, como si quisiera que él le prestara toda su atención—. Creo que deberías ir a hacerte cargo personalmente. A veces, un cambio de aires ayuda a aclarar las ideas.

Jimin asintió lentamente, dejando que la idea se asentara en su mente. Los Ángeles... Quizás alejarse por un tiempo podría ser lo que necesitaba para poner en orden el caos de su vida.

—Puede que tengas razón —murmuró, casi para sí mismo—. Lo pensaré.

Hanni lo observó con una mezcla de determinación y ternura. No estaba dispuesta a dejarlo ir tan fácilmente, no cuando sabía lo que estaba ocurriendo dentro de él, aunque él no se lo dijera.

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