2.- Nueva realidad

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La inserción a la realidad resultó ser mucho más difícil de lo que Jimin había imaginado

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La inserción a la realidad resultó ser mucho más difícil de lo que Jimin había imaginado. Siempre había algún vecino entrometido de su madre que lo miraba de manera extraña cuando salía a hacer compras o simplemente a dar una vuelta. Eso, sumado a que aún se encontraba emocionalmente inestable, no le ayudaba mucho.

Ahora estaba preocupado. Ya había pasado un mes desde que dejó esa prisión, pero parecía que no avanzaba en absoluto. Tantas ideas que tenía dentro de esas frías paredes de concreto se le habían esfumado.

Había ido a visitar a Taehyung un par de veces. Siempre le recalcaba que él le ayudaría a salir, mientras que Taehyung le decía que no debía preocuparse por él, que ahora Jimin era libre y debía decidir qué hacer con su vida. Pero Jimin no era así. Él iba a cumplir su promesa con el único hombre que no le dio la espalda, a pesar de saber lo oscuro de sus sentimientos y acciones pasadas.

Cuando Jimin le había contado sus crímenes, Taehyung se había mantenido en silencio para luego decirle que no lo juzgaría. Taehyung lo conocía y entendía esa ambición desmedida por dinero y poder que lo habían cegado al punto de cometer actos horribles en el pasado.

Suspirando, sentado en el gastado sofá de la sala, Jimin reflexionaba sobre cómo podría ayudar a su amigo a salir de la horrible prisión. Conocía los cargos de Taehyung: acoso y abuso. La revelación fue impactante, y por un momento, sintió temor de lo que su amigo podría intentar hacerle. Sin embargo, para su sorpresa, Taehyung nunca trató de propasarse o abusar de él. Más bien, Jimin podría jurar que Taehyung siempre lo cuidaba y trataba con un cariño casi paterno.





Era solo el tercer día de Jimin en ese infierno llamado prisión. Se sentía completamente perdido, asustado y vulnerable rodeado de tantos criminales peligrosos.

Trataba de pasar desapercibido, pero era difícil. Su contextura delicada y su apariencia tierna llamaban la atención entre tantos reclusos de complexión robusta y aspecto rudo. Varias miradas lascivas ya se habían posado sobre él, poniéndolo nervioso.

Se dirigió rápidamente hacia su celda luego del horrible almuerzo cuando, al doblar en un pasillo, chocó sin querer contra el pecho de un enorme preso lleno de tatuajes.

—¡Fíjate por dónde vas, belleza! —le gritó el tipo, empujándolo con violencia contra la pared.

Jimin se encogió, aterrorizado. Otros dos presos se acercaron al escuchar el alboroto.

—Vaya vaya, ¿Qué tenemos aquí? Un nuevo juguetito —se burló uno, relamiéndose los labios.

—Este sí que es lindo. Me dan ganas de comértelo entero —dijo el otro acorralando a Jimin junto con su compañero.

Jimin comenzó a respirar agitado, preso del pánico.

—N-no, por favor, déjenme —suplicó con un hilo de voz.

EL MALODonde viven las historias. Descúbrelo ahora