capítulo 3

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Mikaila.

Londres me recibió con una cálida bienvenida. Las fotos que me tomaron al llegar fueron un furor en los medios; la última vez que un Lancrotte visitó Londres fue hace años, y esa fue mi madre.

El recuerdo de mis padres sigue siendo una herida abierta, una que nunca sanará. Ellos no merecían morir así.

Coloco mis libros en el bolso y me preparo para asistir a Oxford. Tomo mi café y me dirijo hacia la salida.

—El auto ya está listo, princesa — me avisa Willy, el guardia que mi hermano asignó para velar por mi seguridad.

—Gracias, Willy —le digo.

Ambos salimos del palacio y subo al auto. El viaje es tranquilo, sin periodistas acosando, lo que me relaja.

— ¿Está nerviosa, princesa? —me pregunta Willy a través del retrovisor.

Niego con la cabeza. Nada logra ponerme nerviosa después de tantas conferencias a las que me he acostumbrado.

—Y llegamos — me avisa cuando el auto se detiene.

Veo a varias personas entrando y espero un poco más en el auto. Cuando se despeja el área, bajo del vehículo, seguido de Willy, que camina detrás de mí, observando los alrededores.

—¿Y si mejor me esperas en el auto?— le sugiero.

Es mi primer día y seré el centro de atención, y sumar a tres guardias solo atraerá más miradas.

—Imposible. El rey ordenó que no nos despeguemos de usted, princesa — explica Willy.

—Tienes razón. Discúlpame— acepto.

Levanta las manos en señal de que no hay problema.

—No tienen por qué disculparse. Yo lamento no poder seguir sus órdenes— dice.

Le sonrío y comienzo a caminar hacia mi salón. Al cruzar la puerta, las miradas se posan sobre mí. No se molestan en disimular cuando algunos sacan sus móviles para grabarme o tomarme fotos. Mis hombres intentan acercarse a ellos, pero les hago una seña para que los dejen en paz.

Me siento en la primera fila con Willy a mi lado y Lucas a mi izquierda, ambos cuidándome. El profesor entra, y me concentro en la clase, que es como imaginé: intensa y llena de información. Las tres horas pasan rápidamente. Hago mis apuntes y anoto lo más importante. Cuando el profesor se despide, me levanto para guardar mis cosas.

Levanto la vista y veo a una chica tratando de acercarse, pero se detiene al notar a mis guardias. Me acerco a ella y le ofrezco una sonrisa. Tiene el cabello rojo y unos hermosos ojos color chocolate; es muy bella.

—Hola, mi nombre es Romina Marshall— dice mientras me extiende la mano.

—Hola, Romina. Mi nombre es Mikaila Lancrotte— respondo, tomando su mano.

Comenzamos a caminar juntas, seguidas por las miradas curiosas.

—Sé quién eres —dice Romina, algo nerviosa. —Lo siento, a lo que me refiero es que todo el mundo te conoce.

Suelto una risa ligera, al igual que ella.

—Tu llegada a Londres fue una locura —comenta con gracia.

—Lo fue. Agradezco que ahora ya no sea así— digo.

Otra chica, con el cabello negro y ojos azules, se acerca y se posiciona al lado de Romina.

—Hola, lamento llegar tarde, Romi— dice. Luego, se queda boquiabierta al verme.  —Eh, yo soy Luciana Müller— se presenta.

Le extiendo mi mano, ya que parecen ser amigas.

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