Extra 2.

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La infancia de mikaila.

La habitación de Mikaila estaba sumida en un silencio profundo, roto solo por el suave susurro del viento que se colaba por la ventana entreabierta. Con los ojos cerrados, la pequeña princesa soñaba con mariposas danzando en un jardín lleno de colores vibrantes, un lugar donde el dolor no existía.

Pero de repente, un ruido sordo la despertó. Eran ecos lejanos, como si el suelo temblara y las paredes crujieran a su alrededor. Se sentó en la cama, los ojos grandes y asustados, escuchando con atención. El sonido se repetía, ahora acompañado de gritos apagados que parecían venir de abajo.

El corazón de la niña comenzó a latir con fuerza. Con un impulso, se levantó de la cama, sus pies descalzos tocando el frío suelo de piedra. Quería salir, quería saber qué estaba pasando, pero la puerta de su habitación estaba cerrada. La pequeña giró la manija, pero no se movía.

El miedo la envolvió como una niebla espesa. Sintió una punzada en el pecho, y las lágrimas comenzaron a brotar. Se acercó a la puerta, golpeando suavemente con los puños.

-¡Magnus! -gritó, su voz temblando-. ¡Ayúdame!

Nadie respondió. El terror la llenaba mientras se dejaba caer al suelo, abrazando sus rodillas. Los ruidos crecían, y cada nuevo grito la hacía sentir más sola, más vulnerable. El lugar que antes era su hogar se había convertido en una trampa, y el aire se sentía pesado y opresivo.

Las lágrimas caían libremente, y la pequeña se sintió completamente perdida. En su mente, una imagen de sus padres sonriendo la invadió, y deseó que todo volviera a ser como antes. Sin embargo, en ese momento, todo lo que podía hacer era esperar en la oscuridad, atrapada en su habitación, sintiendo el miedo de lo desconocido.

 Sin embargo, en ese momento, todo lo que podía hacer era esperar en la oscuridad, atrapada en su habitación, sintiendo el miedo de lo desconocido

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De repente, la puerta se abrió de golpe, y Francis, el consejero del rey y amigo de la familia, apareció en el umbral. Su rostro, normalmente sereno, estaba marcado por la preocupación. Al ver a Mikaila en el suelo, se agachó rápidamente, levantándola en sus brazos y abrazándola con fuerza.

-Shh, pequeña, ya estoy aquí -murmuró Francis, tratando de calmarla mientras acariciaba su cabello.

Mikaila sintió el calor y la seguridad de su abrazo, pero el miedo aún la mantenía alerta. Escuchó a otro soldado al fondo, su voz grave y apremiante.

-Francis, Silas ha escapado. ¡Tenemos que actuar rápido!

El consejero miró al soldado, su expresión grave. Luego, volvió a centrarse en Mikaila, quien se aferraba a él, sus ojos llenos de lágrimas.

-¿Dónde están mis padres? -preguntó ella, su voz apenas un susurro entre sollozos-. Quiero ver a mamá y papá.

Francis la miró con tristeza, pero no pudo responder. En su mente, sabía que la situación era crítica y que mantener a Mikaila a salvo era lo más importante. Señaló hacia la puerta, indicando que debía mantenerse callada.

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