capitulo 7

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Christopher.

La luz de la mañana se cuela por las cortinas gruesas de mi oficina, pero apenas la noto. Frente a mí, un informe del ejército sobre el movimiento de las tropas de la femf espera mi atención, pero mi mente está en otro lugar. O más bien, en otra persona. Mikaila. La maldita princesa de Lancrotte.

Hay algo en ella que me irrita, que me mantiene en una especie de tensión constante. Esa forma en que me mira, como si pudiera ver a través de mí, como si supiera algo que yo no sé. Y, sin embargo, cada vez que cierro los ojos, veo su rostro, esos malditos ojos verdes que me atormentan incluso en mis sueños.

Bufo, empujando el informe a un lado. ¿Cómo demonios se supone que me concentre en mi trabajo si no puedo sacármela de la cabeza? He conocido a muchas mujeres en mi vida, más de las que puedo contar, y ninguna ha logrado desquiciarme como lo hace ella.

-No puedes dejar que te afecte- me murmuro, aunque sé que es inútil.

Cada vez que pienso en Mikaila, mi cuerpo se tensa, mis pensamientos se desordenan, y un fuego arde en mi pecho. Es ridículo, irritante, y completamente fuera de lugar para un hombre en mi posición.

Solo tiene 18 años, me recuerdo.

Es solo deseó, eso está claro. No hay algo más, solo que me revuelve el estómago cada vez que ella está cerca. Una necesidad de controlarla, de hacerla mía, de demostrarle que soy yo quien manda. Y sin embargo, cada vez que ella me sonríe, ese maldito fuego se enciende con más fuerza, haciéndome sentir como un novato.

Me paso una mano por el cabello, frustrado. Soy el coronel, el hombre al mando, el que mantiene la compostura en todas las situaciones. ¿Cómo es posible que una princesa, una simple chica de Lancrotte, pueda hacerme esto?

Quizás es hora de hacer algo al respecto. Dejar de lado las dudas y tomar el control, como siempre he hecho. Después de todo, nunca he sido un hombre que acepte la derrota.

Los Morgan siempre obtenemos lo que queremos y en este momento la quiero a ella debajo mío gimiendo mi nombre como una loca.

Llevo mi mano a mi errecion me duele la verga de tanto pensar en ella, en el maldito momento en que la folle lo haré durante horas o talvez días pero me saciare de muchas formas.

La dejaré temblando y llorando de placer eso es un jodido echo.

Saco mi miembro y comienzo a bombear con mi mano, de arriba a abajo con rapidez, me masturbo con deseo y desesperación, no me detengo hasta que me corro sobre mi mano.

Entro al baño para asearme y limpiarme, escucha como la puerta es abierta y salgo cuando terminó de arreglarme, la inútil de mi secretaria comienza a temblar en cuanto me ve.

- por qué mierda no tocas?- indagó con enojo.

Ella solo traga en grueso al notar mi enojo y se acerca a dejarme otros documentos en mi escritorio.

-coronel, el ministro me pidió que le recuerde que no debe llegar tarde a la fiesta que tiene está noche- balbucea con nervios.

Le hago una seña para que salga de una ves por todas, es tan torpe y inútil, miro los documentos y me sumergo en mi trabajo por algunas horas, antes de irme.

La fiesta de gala se desarrollaba en todo su esplendor. La sala estaba decorada con un esplendor que rivalizaba con el de la misma corte, y la elite londinense se mezclaba en un mar de trajes elegantes y joyas deslumbrantes. Yo estaba allí para demostrar que merezco el puesto de ministro, pero lo que realmente me tenía en vilo no eran los políticos ni los discursos, sino la figura que capturaba mi atención al otro lado del salón.

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