capitulo 11

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Magnus.

El viento suave del atardecer acariciaba los jardines del palacio de Londres. Caminaba despacio, intentando despejar mi mente de los interminables asuntos de estado. Sin embargo, el peso de mi mentira seguía persiguiéndome. Era un espectro que no podía ignorar, una verdad que no podía confesarle a Mikaila, y que me quemaba cada vez que la miraba a los ojos.

Mis pasos se detuvieron cuando la vi. Estaba allí, en medio de los jardines, con el sol iluminando su cabello como un resplandor dorado. aila, mi pequeña mariposa, danzaba entre las flores, con una sonrisa genuina en los labios. Estaba jugando con unas mariposas que revoloteaban a su alrededor, como lo hacíamos cuando éramos niños.

El recuerdo me golpeó con fuerza, llevándome de vuelta a esos días en que la vida era más simple, cuando todo lo que importaba eran nuestras risas y la compañía mutua. La imagen de ella corriendo por los prados de nuestra infancia, intentando atrapar mariposas mientras yo me reía de su torpeza, apareció vívida ante mí. Entonces la llamaba "mi pequeña mariposa", un apodo que aún perduraba, un eco de tiempos mejores.

Sin embargo, ahora, mientras la observaba, ese recuerdo no traía consuelo, sino una sensación de pérdida y culpa. La inocencia en su rostro, la misma que había tratado de proteger todos estos años, era un recordatorio de lo que había hecho. Le había mentido, y aunque había sido con la intención de protegerla, esa mentira se estaba convirtiendo en una barrera entre nosotros.

Mikaila no sabía la verdad. No podía permitir que su inocencia se rompiera, que su mundo se desmoronara como el mío. Pero sabía que, algún día, lo descubriría. Y cuando ese momento llegara, podría perderla para siempre.

Me apoyé en uno de los pilares cercanos, observando cómo las mariposas se posaban en sus manos, su risa llenando el aire con una melodía que hacía más pesado el peso sobre mis hombros. ¿Cómo podía enfrentarme a ella cuando el simple hecho de verla tan pura me hacía sentir indigno de su amor y confianza? Si supiera la verdad... ¿me odiaría?

-Magnus, ven a ver esto -gritó, su voz ligera como una brisa, llamándome de vuelta al presente.

Sonreí débilmente y me acerqué, aunque cada paso hacia ella me recordaba lo lejos que realmente estábamos. Cuando llegué a su lado, me mostró una pequeña mariposa de alas azules que descansaba en su dedo.

-Mira qué hermosa es -dijo con asombro en su voz, su inocencia intacta, sin saber el monstruo que soy por haberle ocultado la verdad.

-Es hermosa, pequeña mariposa -susurré, mi voz más grave de lo que pretendía.

Ella me miró con una sonrisa, esa sonrisa que siempre lograba calmar mis tormentas internas. Pero esta vez, no fue suficiente. Porque, aunque ella no lo supiera, cada vez que me llamaba hermano, cada vez que me confiaba sus pensamientos, me recordaba que había traicionado esa confianza. Y esa herida, aunque ella aún no la sintiera, me estaba matando lentamente.

Mikaila volvió su atención a las mariposas, ajena a la batalla interna que yo libraba. ¿Cuánto más podría mantener este secreto? ¿Cuánto tiempo más antes de que todo se desmoronara?

Mientras la veía reír, prometí una vez más que haría cualquier cosa para protegerla, incluso si eso significaba vivir con la culpa de la mentira por el resto de mi vida. Pero en el fondo, sabía que el día en que la verdad saliera a la luz, la perdería. Y ese era un riesgo que cada vez se volvía más real, más inminente.

-¿En qué piensas, Magnus? -me preguntó de repente, mirándome con esos ojos grandes y brillantes.

-En lo afortunado que soy de tenerte, Mikaila -mentí una vez más, aunque la verdad estaba escondida en mis palabras.

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