capitulo 17

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Christopher.

Me despierto y lo primero que noto es que la cama está vacía. Mi mano se desliza por el lugar donde Mikaila debería estar, pero solo encuentro las sábanas frías. Abro los ojos y me siento, buscando a mi alrededor. Entonces escucho un sonido, algo que proviene de la planta baja.

Me levanto, poniéndome los pantalones del pijama y bajo las escaleras. El olor del desayuno me golpea primero, pero no es eso lo que llama mi atención. Ahí está ella, en la cocina, aún con mi camisa puesta verla así, cocinando y moviéndose con Zeus a sus pies, me provoca una sonrisa. El perro la adora tanto como yo.

Me acerco en silencio y la rodeo con mis brazos por detrás, plantando un beso en su cuello. Su cuerpo se tensa por un segundo, luego se relaja contra mí.

-Buenos días, ángel- murmuro, disfrutando de la sensación de tenerla tan cerca.

-Buenos días- responde ella con una sonrisa -Te estaba preparando el desayuno.

Zeus está sentado a sus pies, mirando a su nueva dueña con adoración. El perro sabe elegir bien.

La dejo para subir a la ducha, y mientras el agua caliente cae sobre mí, pienso en lo rápido que me he acostumbrado a esto... a ella. A tenerla cerca, a verla en mi casa, usando mi ropa. El control que siempre tuve parece desvanecerse cuando estoy con Mikaila, y no puedo evitar querer más.

Termino de ducharme y bajo a desayunar. Ella está sentada en la mesa, hablando con Zeus mientras sirve la comida. Me siento frente a ella, escuchándola hablar sobre el ballet, una sonrisa suave en sus labios. Dice que le encantaba bailar cuando era niña, pero una lesión a los quince años le impidió seguir.

-Así que eras una bailarina- comento, mirándola por encima de mi taza de café. -Eso explica muchas cosas.

Ella frunce el ceño, confusa

-¿Cómo qué?-

Sonrío de lado, disfrutando el momento.

-Que eres muy flexible- digo, lanzando la broma con tono serio. El rubor en sus mejillas es instantáneo, y no puedo evitar reírme.

-Christopher...- protesta ella, pero su voz tiene ese toque divertido que me encanta.

Acaricio su mano sobre la mesa, disfrutando de la calidez que trae a mi vida. Entonces suena mi teléfono. El nombre de Alex, aparece en la pantalla, pero lo ignoro. Ahora mismo, no hay nada más importante que estar aquí, escuchando a mi mujer.

Le doy otro sorbo a mi café, observando cada pequeño gesto suyo. Estoy jodidamente atrapado, y no me importa en absoluto.

Después del desayuno, Mikaila se levanta de la mesa y me mira con esa expresión decidida que ya empiezo a reconocer.

-Tengo que irme- dice suavemente. -Hoy tengo un examen importante, de arqueología y antropología.

Frunzo el ceño, no me gusta la idea de que se vaya.

-Quédate- sugiero, tomándola de la mano y atrayéndola hacia mí. La idea de estar sin ella, aunque sea por unas horas, me incomoda más de lo que debería. Pero ella sonríe y sacude la cabeza.

-Chris, no puedo faltar. Es importante- responde mientras acaricia mi mejilla. Sé que está decidida, pero me cuesta aceptar que no vaya a quedarse aquí, conmigo. Estoy a punto de insistir cuando mi teléfono vuelve a sonar. Alex. Otra vez.

Mikaila me mira con esa tranquilidad que siempre me desarma.

-Deberías contestar- dice, aunque sé que le gustaría que me quedara con ella.

Mi Dulce Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora