capitulo 8

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Narrador omnisciente.

El aire de la tarde en Oxford tenía un ligero aroma a hojas de otoño y libros antiguos. Mikaila avanzaba por los senderos de piedra de la universidad, disfrutando del silencio que la envolvía mientras su mente vagaba entre las lecciones y la nueva vida que estaba construyendo en Londres. Su falda se ondeaba ligeramente con la brisa, pensaba en la fiesta de gala, en Christopher... y de la confusión que él le provocaba.

Mientras caminaba hacia la biblioteca, un escalofrío recorrió su columna. Algo no se sentía bien. El ambiente, antes tan tranquilo, parecía haberse tensado de repente, como si las sombras entre los árboles se hubieran vuelto más densas, más amenazantes. se detuvo en seco, sus sentidos alertas, buscando la fuente de su incomodidad. Pero no había nadie, solo el crujir lejano de las ramas y el murmullo de las hojas.

Respiró hondo y se obligó a continuar, convencida de que estaba siendo paranoica. Oxford era un lugar seguro, o al menos eso había creído hasta ahora. Sin embargo, al doblar una esquina, una figura oscura emergió de entre las sombras, su rostro oculto bajo una capucha.

El tiempo pareció detenerse. Antes de que Mikaila pudiera reaccionar, sintió un tirón brusco en su brazo y un dolor punzante en el costado. La fuerza del impacto la lanzó contra la pared de piedra, robándole el aliento. El frío de la hoja que la había herido se propagó por su cuerpo como una ola helada, dejándola sin aliento.

-¿Quién...?- balbuceó, su vista nublándose mientras luchaba por mantenerse consciente. El atacante no respondió. En lugar de ello, la levantó del suelo con una fuerza sorprendente, como si su pequeño cuerpo no pesara nada. Mikaila forcejeó, sus manos arañando la piedra en un vano intento de aferrarse a algo, a cualquier cosa, pero todo parecía desmoronarse a su alrededor.

El pánico se apoderó de ella cuando sintió que el mundo giraba a su alrededor. Los sonidos a su alrededor se mezclaron en un zumbido distante, y la visión se oscureció en los bordes. La voz de su hermano Magnus resonaba en su mente, pero no podía distinguir las palabras. Todo lo que sabía era que estaba en peligro, un peligro real y mortal.

Justo cuando la oscuridad amenazaba con tragarla por completo, escuchó el sonido de pasos apresurados y gritos que se acercaban. La presión sobre su brazo se aflojó bruscamente, y su cuerpo cayó al suelo con un golpe seco. Se acurrucó sobre sí misma, su mente tambaleándose entre la conciencia y el sueño, mientras los ecos de la batalla retumbaban a su alrededor.

Un par de manos fuertes la levantaron con cuidado, y la familiaridad de su aroma la tranquilizó un poco.

-Mikaila, estás a salvo -murmuró una voz, profunda y reconfortante. Aunque no pudo abrir los ojos,

El viaje al palacio de Londres fue un torbellino de luces y voces, una mezcla confusa de dolor y preocupación. Sentía su cuerpo flotar, como si no fuera suyo, y la calidez que rodeaba sus heridas la sumió en un estado de letargo. Cada sacudida del carruaje enviaba ondas de dolor a través de su abdomen, pero era un dolor lejano, como si estuviera desconectada de su propio cuerpo.

Finalmente, sintió la suavidad de una cama bajo ella, y el susurro de sábanas de seda la envolvió. Escuchó a lo lejos a alguien dar órdenes, pero el peso de la fatiga era demasiado grande. Con un último suspiro, Mikaila dejó que la oscuridad la reclamara, segura de que, al menos por ahora, estaba fuera de peligro.

Mikaila.

Desperté en una habitación desconocida, envuelta en la suavidad de sábanas de seda. El dolor en mi costado era un recordatorio constante de la brutalidad del ataque, pero al menos el ambiente era cálido y seguro. Mis ojos se ajustaron lentamente a la luz suave que entraba por las cortinas, y vi a mis guardias agrupados alrededor de mi cama. Sus rostros estaban tensos, pero había alivio en sus miradas cuando notaron que había despertado.

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