CAP 16

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Aby nunca había admirado tanto a una mujer como a María José, que logró escapar de la familia Calle y luego fue atrapada con el “hombre misterioso” en Brindis a la Luna.

No solo no fue capturada, si no que también calmó a Calle y se fue en cuestión de minutos, mostrando una valentía sin igual.

Mientras tanto, María José se había dirigido a un oscuro y húmedo callejón trasero, con la sensación de corrupción en el aire, lo siguió de cerca, sorprendida de encontrarse con un viejo conocido tan pronto después de su renacimiento.

—“Señor, alguien nos está siguiendo, ¿deberíamos deshacernos de él?” Preguntó el hombre que seguía a Alan Lomelí.

—“No es necesario”, dijo Alan, dándose la vuelta para enfrentar a la figura que se ocultaba en la esquina.

Alan, con un ligero aroma a tabaco y alcohol, se erguía con calma en el oscuro callejón, su capa negra ondeando ligeramente al viento nocturno, sus ojos cayeron en la chaqueta de cuero apenas visible en la esquina, comprendiendo todo al instante.

—“Sal, conejita.” La chica ladeó su cabeza, una sonrisa maliciosa se esbozó en sus labios, no en vano era una discípula de la Orden de la Maldad  Extrema, con tal alta vigilancia.

Aunque había bebido bastante, el viento nocturno ya la había despertado bastante.

María José lentamente sacó la cabeza, su largo cabello al estilo de las algas marinas estaba recogido a un lado, su rostro estaba sonrojado por el alcohol, y sus ojos miraban fijamente a Alan sin parpadear.

—“¿Alguna vez te dije que una conejita borracha que no se queda dónde debe, terminará encontrándose con el lobo malo?” Alan miró a la joven no muy lejos de él, sintiendo que ella le resultaba familiar, pero sin poder precisar por qué.

“Entonces, ¿Tú eres el lobo malo?” María José levantó una sonrisa inocente, parada tranquilamente en el callejón, la luz tenue del farol arrojaba una luz cálida y difusa, la naranja luz caía a sus pies, ella se quedó allí inmóvil, como una conejita ingenua.

Pero ¿cómo podría una verdadera conejita seguirlo y permitirse ser descubierta tan descaradamente?

Alan apretó la mirada, intuyendo que esta joven no era tan simple.

—“Por supuesto que no somos los malos, pero pequeña, si sigues siguiéndonos, eso podría cambiar.”

El subordinado de Alan pensó que la joven era demasiado atrevida, seguramente había sido atraída por el aspecto de su señor para seguirlos tan imprudentemente.

Aunque era la mujer de Calle, claramente era superficial y aburrida, sus pequeñas travesuras les parecían una mera comedia.

—“¿Oh? ¿Y qué pasaría si sigo siguiéndolos?”

—“Desde cuándo los subordinados de la orden de la Iniquidad Extrema hablan más que su líder? ¿La muerte de Poche significa que se han perdido las normas?” María José avanzaba lentamente, aun que parecía inocente y hasta adorable, sus ojos verde oliva cristalinos escondían una oscuridad latente.

—“Cómo sabes sobre la Orden de la iniquidad Extrema? ¿Y también sobre la traidora de Poché?”

—“Esa Poché, quemada viva por los mayores, está muerta y con ella, la orden de la Maldad Extrema ha florecido aún más.”

—“Quién eres exactamente? ¿Qué relación tienes con esa traidora?” María José se endureció al escuchar a Poche ser llamada traidora, sus ojos revelando un brillo oscuro aunque su rostro angelical podría engañar, ahora parecía un demonio emergiendo de las sombras.

—“¿De verdad? Entonces permíteme compartir un secreto contigo, señor.” comenzó María José con una sonrisa infantil, pero llena de malicia.

El hombre asintió, observando cómo la sonrisa de María José tomaba un giro siniestro.

—“Pero solo los muertos pueden guardar un secreto por completo.”

El hombre jadeó, presa del pánico, mientras María José continuaba con su sonrisa maliciosa.

—“Conejito, blanquito y tierno, con las orejitas tiesas, Corta la arteria, corta la vena quietecito, tan adorable.” Jijijijiji.

En el oscuro callejón, la sangre tibia fluía lentamente, María José estaba agachada en el suelo, sosteniendo en su suave mano una cuchilla afilada, con una voz infantil cantaba una canción infantil inusual, lo que hacía que la espalda de Alan se erizara.

En su vida había visto escenas sangrientas, pero lo que veía hoy lo sorprendía, la chica, con piel tan blanca como un conejito, de repente cortaba la arteria del cuello de su subordinado con la cuchilla le susurraba algo y veía el miedo estallar en los ojos del hombre.

Él luchaba por gritar por ayuda mientras la sangre brotaba más y más, la sangre roja y cálida salpicaba el rostro de la niña y del hombre, la niña inclinaba la cabeza, con sus labios rosados ligeramente abiertos.

—”¿Señor, también quieres escuchar el secreto de María José?”

Alan rápidamente negó con la cabeza: ¡no quería saberlo!

DERIVÉ (Caché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora