Pudieron haber sido el mejor equipo que el mundo hubiera visto jamás, pero los superhéroes en la vida real son más disfuncionales de lo que uno esperaría...
Tras la muerte de su padre adoptivo, se reúnen y terminan teniendo un objetivo común: salvar...
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Allison y Luther conversaban con su madre, Grace, motivados por las sospechas que surgieron tras observar la cinta que registraba la muerte de su padre. La noche anterior, Número Tres había descubierto aquel inquietante vídeo entre las grabaciones de videovigilancia de su infancia y adolescencia. Estas cintas le habían sido ofrecidas por Pogo, quien intentaba animarla.
Mientras tanto, en otro punto de la ciudad, Jayden despertaba sobresaltada por los insistentes golpes en la puerta de su apartamento, luego de una agradable noche de tragos con Número Dos y Número Cuatro.
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De mala gana y aún con los ojos pesados por el sueño, Jayden puso su ojo izquierdo en la mirilla. Al otro lado de la puerta estaba la dueña del apartamento, una mujer regordeta y de expresión malhumorada. Resignada, abrió la puerta y cubrió su rostro con la mano para protegerse del sol que atravesaba el umbral.
—Te quiero fuera mañana por la mañana. Tengo un nuevo inquilino —soltó la mujer sin rodeos.
—Buenos días para ti también —respondió Jayden con sarcasmo, arqueando una ceja.
—No quiero ver tu trasero aquí mañana, ¿oíste? —repitió la mujer con un tono áspero, ignorando su comentario. Número Ocho consideró refutar la orden, consciente de que echarla sin previo aviso ni papeles era ilegal. Pero, sabiendo que a la "amable" señora le quedaban solo siete días de vida, simplemente tomó las cuentas atrasadas que le extendió. Para colmo, uno de los gatos famélicos de la renga mujer le gruñó desde entre sus piernas.
—Agh para ti, basurita —murmuró la rubia mirando al esquelético animal. Luego, sin más preámbulos, la desagradable conversación terminó. Ya de espaldas a la puerta, Missfortune escrudiñó su desordenado apartamento y su mirada se detuvo en una esquina, donde descansaba la guitarra que Cinco había robado especialmente para ella. Aquel objeto fue su refugio en los momentos más oscuros. La música había sido su compañera desde los trece años, cuando empezó a practicar a escondidas durante los castigos que su padre le imponía por negarse a entrenar sus poderes. Con el tiempo, logró negociar con él: entrenar físicamente a cambio de tiempo libre para tocar su guitarra.