𝑀𝑒 𝑄𝑢𝑖𝑒𝑟𝑜 𝐷𝑖𝑣𝑜𝑟𝑐𝑖𝑎𝑟 𝑑𝑒 𝐿𝑎𝑤 (Law & Lectora) [#2]

𝑊𝑖𝑐𝑘𝑒𝑑 𝐺𝑎𝑚𝑒

-ZORO-

Despedirme de ese hermoso hábito fue lo más doloroso que he hecho en mis diecisiete años. Me dolerá de sobremanera no esperarla más a la salida de la escuela. 

¡Maldito Trafalgar, has ganado idiota! 

Y espero que mi decisión valga la pena, con tal de verla feliz y más enamorada que nunca de tí, aunque no de mí, me daría por bien servido.

Estaba terminando de preparar un té para aguantar un poco la elaboración de mi reporte literario de la asignatura del profesor Borsalino, hasta que un terrible relámpago cayó cerca e iluminó toda la cocina, y de paso un fuerte mareo y una especie de taquicardia invadió mi cuerpo haciendo que me desestabilizara y mi taza de té cayera al suelo, al igual que yo, quedando yo de rodillas.

Mis pulmones se habían quedado sin oxígeno repentinamente y mi cabeza se sentía pesada, estuve a punto desmayarme.

Siendo sincero, era lógico que eso sucediera, tomar la difícil decisión de hacerme a un lado para que mi gran amor, T/n Haner fuera finalmente feliz con Law.

Después de enterarme que ella decidió darle otra oportunidad a ese tarado, no fue la gran noticia que yo esperaba. Porque de verdad esperaba que ella lo dejara y así poder tener al menos una oportunidad, a pesar de tener a otro en la fila. Pero mi amor imposible tomó una decisión, y fue definitiva.

¿Cómo olvidar esos ojitos tristes que estaban mirándome, cuando le informé que ya no podía acompañarla hasta su casa después de clases, sana y salva?

Y más aún, cuando ella me dijo que respetaba mi decisión, aunque en el fondo le dolió que yo le hiciera saber mi cambio de hábito.

Pero lo que más me dolió, fue verla llorar y abrazarme con fuerza, creyendo que con esto, daba por terminada nuestra amistad. 

La abracé, diciéndole que solo era un cambio de hábito rutinario, pero que siempre contaba conmigo para lo que ella necesitara.

Pero al recordar lo que me dijo mientras seguía llorando, la sensación de quedarme sin aliento se hizo más fuerte.

—Tengo miedo de no volverte a ver.

Mi prima política, Perona, fue la primera en llegar a la cocina, se agachó a mi altura  y me ayudó a levantarme, mientras preguntaba qué fue lo que me sucedió. A lo que solo respondí que el piso se me movió.

Me guió a una de las sillas del comedor y me pidió que me quedara ahí mientras ella limpiaba el desastre y recogía los pedazos de la porcelana que quedó de la taza.